El verdadero progresista

A través de las entradas de este blog y del libro se puede observar la descripción de las dos maneras que nuestra razón se manifiesta.
Una de ellas es cuando lo hace influenciada, dirigida o presionada por algún instinto o pulsión y la otra, cuando actúa libre de todo tipo de compromisos pasionales, emocionales o impulsivos.
A la primera la denomino razón instrumental y a la segunda, razón pura.
Un ejemplo típico del uso de la razón instrumental, de los miles que es posible observar, es la del político corrupto que intenta justificar su acción motivada por pulsiones que lo exigen competir con otros por lo que acumular fortunas les resulta una necesidad y así es común que su obediente razón instrumental le sugiera que "es razonable después de tanto trabajo y sacrificio" por "ayudar a los demás" algún beneficio "extra" pueda tener tranquilizando su consciencia por haber cedido ante sus primitivos instintos.
Aclarado este punto que resulta muy útil para interpretar una infinidad de hechos, continúo el examen del verdadero progresista.
Hay dos mecanismos claves por el que un individuo simpatiza con las ideas de izquierda, cualquiera de ellas que se comprometa con la distribución de la riqueza y la lucha contra la desigualdad.
Uno de estos mecanismos es cuando la razón pura, libre de cualquier compromiso pasional o emocional, llega a la conclusión de que para la sociedad, la igualdad de oportunidades y la distribución de la riqueza es beneficiosa para todos y por ende para cada uno de los que la conforman.
El otro mecanismo que produce simpatizantes de la izquierda es cuando nuestro (conocido en todo el blog) instinto por superar a los demás o, en su defecto, evitar ser superado, presiona a la razón instrumental que encuentre alguna manera de evitar que aumenten las diferencias en favor de los más afortunados (los ricos y poderosos) y una manera sencilla y eficaz se la encuentra en todo aquello que tenga que ver con sacar o limitar las posibilidades de los de "arriba" (¿los de la corpo les suena?).
Finalmente, el verdadero progresista lo encontramos en aquel que fue motivado por la razón pura.
Mientras el falso progresista es aquel cuyas  pasiones a través de la envidia lo impulsó a elegir estas ideas (a la presión instintiva por evitar que nos saquen ventajas la podemos ver expresarse a través de la envidia, entre otras muchas maneras) y son muy fáciles de descubrir cuando llegan al poder.
Se hacen invariablemente corruptos.
De pronto se dan cuenta que estando en el poder pueden dejar de ser "uno de los de abajo" y es más, pueden formar parte del codiciado grupo de los ricos y poderosos  y de allí a los actos que vemos cotidianamente de corrupción hay un cortísimo paso.
Sólo tienen que poner a trabajar a su razón instrumental para elaborar el plan primero y después auto justificarse para tranquilizar sus consciencias.
Si comprendió lo que trato de expresar también habrá descubierto que los verdaderos progresistas son contados con los dedos de una mano.
Al menos en latinoamérica y su ámbito cultural muy favorable para que los corruptos se manifiesten en todo su potencial.
Un político verdaderamente progresista no se corrompe, no lo motiva la envidia y por tanto no se permite influenciar por las pulsiones que buscan competir en el ámbito económico.
En cambio, el falso progresista, el que construyó y elaboró sus estructuras ideológicas desde la envidia y el resentimiento, difícilmente puede resistir la posibilidad de redimirse y aprovechar los dineros públicos para competir en riquezas con los afortunados a quenes envidiaba y dejar atrás de una vez esa "insoportable sensación de inferioridad" que lo llevó hasta allí.
¿Y entre los adeptos a las ideologías de izquierda, cómo distinguir los verdaderos de los falsos progresistas?
Fácil.
El verdadero progresista jamás votaría a una banda de delincuentes.
Como vemos a menudo en Latinoamérica a supuestos progresistas votando a quien sea sin importar sus antecedentes ni como lo hará. Su única motivación es saciar sus pasiones a través de los medios que sean sin importar quienes o cómo lo hagan. No importa si es un tal Nestor Kirchner o un Maduro o un Lula, con justicia o sin ella, con instituciones democráticas o sin ellas.
Si usted es socialista o progresista busque a su representante guiándose por las palabras vertidas en esta entrada.
Solamente tiene que descartar cualquiera sospechado de enriquecimiento durante la función pública.

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