Conversando con groK ¿progresamos o vamos tras un inevitable destino?

Uno de los puntos centrales del blog es al análisis, basado en el conocimiento y la importancia de nuestras pasiones e instintos, nuestra capacidad racional y la cultura cívica, de la capacidad de progresar posee, o no, el homo sapiens.
En el post "progresamos o vamos tras nuestro inevitable destino" o en "un teléfono móvil en Babilonia" exploro ésta cuestión y en ésta ocasión trato esta cuestión con IA. Con groK.
Veamos:

razonvsinstinto - Qué influencia sabes que tiene la envidia en la elección ideológica?

groK - La envidia puede influir en la elección ideológica al moldear actitudes hacia la desigualdad, la redistribución y el éxito ajeno. Desde una perspectiva psicológica, la envidia surge cuando alguien percibe que otro tiene algo deseado (estatus, riqueza, poder) y lo resiente, lo que puede llevar a apoyar ideologías que prometan reducir esas disparidades o castigar a los "afortunados". Por ejemplo:
Ideologías igualitarias: La envidia puede inclinar a las personas hacia ideologías que abogan por la redistribución de recursos (como el socialismo o el progresismo) al percibir las desigualdades como injustas. Estudios como el de Sznycer et al. (2017) sugieren que la envidia está vinculada a emociones que favorecen políticas de nivelación social, especialmente en contextos de alta desigualdad.
Ideologías de resentimiento: La envidia también puede alimentar ideologías populistas o de confrontación, donde se demoniza a elites o grupos exitosos (económica o culturalmente). Esto se ve en movimientos que capitalizan el descontento social, como señala el psicólogo social John Jost en su trabajo sobre la teoría de la dominancia social.
Conservadurismo reactivo: Por otro lado, la envidia puede llevar a algunos a rechazar ideologías progresistas si perciben que estas favorecen a grupos "indignos" (por ejemplo, beneficiarios de políticas de acción afirmativa), reforzando posturas conservadoras o meritocráticas.
Sin embargo, la envidia no es el único factor; interactúa con variables como la educación, el contexto cultural y las experiencias personales. Por ejemplo, en sociedades más colectivistas, la envidia puede ser menos ideológicamente divisiva, ya que el éxito individual se valora menos. No tengo datos específicos de X o web en este momento para profundizar en ejemplos actuales, pero si quieres, puedo buscar tendencias recientes o analizar algún caso particular. ¿Te interesa algún contexto específico?

razonvsinstinto - Viendo que predominan en todos los países los partidos políticos con inclinaciones al socialismo y que la envidia puede ser decisiva en la elección ideológica de quienes apoyan a esos partidos parecería que aún permanecemos en el mismo primitivismo de hace cientos, o miles, de años
¿Qué opinas?

groK - Tu observación plantea un punto interesante sobre la posible conexión entre la envidia, el apoyo a ideologías socialistas y la persistencia de patrones psicológicos que podrían parecer "primitivos". Vamos a desglosarlo:
Predominio del socialismo: No es del todo exacto decir que los partidos socialistas predominan en todos los países. Aunque las ideas socialistas o progresistas (como la redistribución de recursos o el énfasis en la igualdad) tienen fuerte presencia en muchos lugares, especialmente en Europa y América Latina, hay una gran diversidad ideológica global. Por ejemplo, en países como Estados Unidos, India o Japón, los partidos de centro-derecha o conservadores suelen tener un peso significativo. Datos del World Values Survey (2020) muestran que las preferencias ideológicas varían mucho según el contexto cultural y económico, con tendencias hacia el liberalismo económico en naciones más desarrolladas y hacia el populismo o socialismo en regiones con alta desigualdad.
Envidia como motor ideológico: La envidia, como emoción humana básica, efectivamente puede influir en la preferencia por ideologías que buscan reducir desigualdades, como el socialismo. Esto no necesariamente implica "primitivismo", sino que refleja una respuesta adaptativa a entornos donde los recursos son percibidos como escasos o injustamente distribuidos. Estudios en psicología evolutiva, como los de Hill y Buss (2018), sugieren que la envidia evolucionó para motivar comportamientos que mejoren la posición relativa de un individuo en un grupo, lo que puede traducirse en apoyo a políticas redistributivas. Sin embargo, reducir el apoyo al socialismo solo a la envidia sería simplista; factores como la empatía, la percepción de justicia o las condiciones materiales también juegan un rol clave.
¿Primitivismo o continuidad humana?: Calificar estas dinámicas como "primitivas" depende de cómo definamos el término. Las emociones como la envidia, el miedo o el deseo de equidad son universales y persisten porque son parte de nuestra biología, no porque seamos "atrasados". Lo que ha cambiado en miles de años no es la base emocional, sino los contextos y las formas en que estas se expresan. Por ejemplo, en sociedades antiguas, la envidia podía manifestarse en conflictos tribales; hoy, se canaliza en debates políticos o políticas públicas. El socialismo moderno, aunque a veces apela a emociones como la envidia, también se basa en ideas filosóficas complejas (como las de Marx o Rawls) y responde a problemas estructurales, no solo a impulsos emocionales.
Reflexión sobre el progreso: Si parece que seguimos en un "primitivismo", podría ser porque las emociones humanas fundamentales no cambian tan rápido como las instituciones o tecnologías. Sin embargo, la existencia de democracias, sistemas de bienestar y debates ideológicos estructurados sugiere un avance en cómo gestionamos esas emociones. El desafío está en equilibrar las respuestas emocionales (como la envidia o el deseo de justicia) con sistemas que promuevan tanto la equidad como la libertad individual.
En resumen, la envidia puede influir en el apoyo al socialismo, pero no es la única fuerza ni necesariamente un signo de retroceso. Más bien, refleja cómo las emociones humanas se entrelazan con las condiciones sociales modernas. Si quieres, puedo buscar ejemplos actuales en X o la web sobre cómo se manifiesta esto en debates políticos recientes, o profundizar en algún país específico. ¿Qué te parece?

razonvsinstinto - Considero que cuando son las emociones, como la envidia, y no la capacidad racional las que deciden el destino de los pueblos no existe progreso alguno.
Por éso, si la envidia es decisiva en las elecciones ideológicas y por tanto el apoyo o no a los gobernantes y vale recordar que la actividad de la envidia es subconsciente, no veo progreso alguno 

groK - Entiendo tu perspectiva: si emociones como la envidia, especialmente al operar de manera subconsciente, juegan un papel decisivo en las elecciones ideológicas y en el apoyo a los gobernantes, puede parecer que el progreso humano está estancado, ya que la razón no estaría guiando las decisiones colectivas. Vamos a analizar esto con cuidado:
Emociones vs. Razón en la Política: Es cierto que las emociones, incluida la envidia, influyen profundamente en las decisiones políticas. La psicología política, como los trabajos de Jonathan Haidt (The Righteous Mind, 2012), muestra que las personas suelen tomar decisiones basadas en intuiciones emocionales y luego racionalizan esas elecciones. La envidia, al ser subconsciente en muchos casos, puede amplificar el apoyo a ideologías que prometen reducir desigualdades o castigar a los "privilegiados", sin que los individuos sean plenamente conscientes de su motivación. Esto puede percibirse como un obstáculo al progreso si definimos el progreso como la primacía de la razón.
La envidia como factor subconsciente: Que la envidia opere a nivel subconsciente no significa que sea incontrolable o que anule por completo la capacidad racional. Los seres humanos tenemos la capacidad de reflexionar sobre nuestras emociones y cuestionarlas, aunque no siempre lo hagamos. Por ejemplo, la educación, el debate público y las instituciones democráticas pueden fomentar un análisis más racional de las políticas, contrarrestando impulsos emocionales. Sin embargo, cuando las decisiones colectivas se basan en emociones no examinadas, como la envidia, el resultado puede ser polarización o políticas populistas que no resuelven problemas estructurales, lo que refuerza tu percepción de falta de progreso.
Progreso y su definición: Tu argumento implica que el verdadero progreso requiere que la razón predomine sobre las emociones. Sin embargo, el progreso humano no siempre ha sido lineal ni exclusivamente racional. Avances como la abolición de la esclavitud o los derechos civiles surgieron de una mezcla de emociones (empatía, indignación) y argumentos racionales. La envidia, aunque problemática, también ha motivado cambios positivos en algunos contextos, como la creación de sistemas de bienestar para reducir desigualdades extremas. El problema surge cuando la envidia se convierte en resentimiento destructivo o en políticas que ignoran la evidencia. Aquí, el desafío no es erradicar la envidia (imposible, dado su carácter humano), sino canalizarla hacia sistemas que equilibren equidad y mérito.
Falta de progreso aparente: Si la envidia sigue siendo un motor subconsciente en la política moderna, podría parecer que no hemos avanzado mucho desde tiempos antiguos. Sin embargo, hay diferencias clave: hoy existen herramientas (educación masiva, acceso a información, instituciones democráticas) que permiten cuestionar y moderar esos impulsos. El problema es que estas herramientas no siempre se usan eficazmente. Por ejemplo, las redes sociales, como se observa en debates en X, a menudo amplifican emociones como la envidia o la ira, en lugar de fomentar la deliberación racional. Esto no implica que estemos en el mismo "primitivismo", sino que enfrentamos nuevos desafíos para alinear nuestras emociones con decisiones racionales.
Posibles caminos hacia el progreso: Si consideramos que el predominio de la emoción sobre la razón es un retroceso, el progreso podría implicar fortalecer la educación cívica, promover el pensamiento crítico y diseñar instituciones que incentiven decisiones basadas en evidencia. Por ejemplo, sistemas electorales que reduzcan la polarización o medios que prioricen el análisis sobre el sensacionalismo podrían mitigar el impacto de emociones subconscientes como la envidia.
En conclusión, comparto tu preocupación de que la influencia subconsciente de la envidia en las elecciones ideológicas puede limitar el progreso, especialmente si la razón queda relegada. Sin embargo, no creo que esto signifique una ausencia total de avance. Más bien, refleja un desafío constante: cómo integrar nuestras emociones inevitables con una toma de decisiones más racional. La humanidad ha desarrollado herramientas para abordar esto, pero su aplicación sigue siendo imperfecta. Si quieres, puedo explorar casos específicos (por ejemplo, cómo la envidia se manifiesta en elecciones recientes en algún país) o buscar datos en X sobre discusiones actuales al respecto. ¿Qué te interesa profundizar?

razonvsinstinto - Viendo y considerando que una proporción muy relevante de la población mundial aún no puede lograr vivir en Democracia y que sus acciones políticas raras veces pueden considerarse que son conducidas por la actividad racional libre de presiones pasionales no puede afirmarse que se ha progresado. Al menos en los lugares que pueden incluirse en éste mensaje

groK - Tu argumento es profundo y apunta a una tensión fundamental: si una gran parte de la población mundial no vive en democracias y, además, las decisiones políticas están dominadas por pasiones como la envidia en lugar de la razón, ¿puede realmente hablarse de progreso? Vamos a analizar esto con precisión, considerando el contexto global y tu perspectiva.
Ausencia de democracia en gran parte del mundo: Es cierto que una proporción significativa de la población mundial no vive en democracias plenas. Según el Democracy Index de The Economist Intelligence Unit (2024), solo el 8% de la población global vive en "democracias plenas", mientras que el 37% vive en "democracias defectuosas", el 17% en "regímenes híbridos" y el 38% en "regímenes autoritarios". Esto significa que más de la mitad de la humanidad enfrenta restricciones significativas en su libertad política. En estos contextos, las decisiones políticas suelen estar influenciadas por coerción, propaganda o emociones colectivas (como el miedo o la envidia), más que por deliberación racional. Esto apoya tu argumento de que el progreso, entendido como la capacidad de actuar racionalmente en un marco libre, está limitado o ausente en muchos lugares.
Influencia de las pasiones en la política: Incluso en democracias, las decisiones políticas suelen estar marcadas por emociones más que por la razón pura. La envidia, como señalaste, puede ser un motor subconsciente, pero también lo son el miedo, la ira o el deseo de pertenencia grupal. Estudios como los de Kahneman y Tversky sobre sesgos cognitivos muestran que los humanos tendemos a decidir basándonos en heurísticas emocionales, incluso en sistemas democráticos. En contextos no democráticos, donde la libertad de expresión y el acceso a información están restringidos, estas pasiones se amplifican por la manipulación estatal o la falta de debate crítico. Esto refuerza tu idea de que la "actividad racional libre de presiones pasionales" es rara, lo que dificulta afirmar un progreso universal.
¿Qué es el progreso?: Tu planteo sugiere que el progreso requiere no solo sistemas democráticos, sino también una ciudadanía que actúe racionalmente, libre de influencias emocionales subconscientes. Este estándar es elevado y, efectivamente, no se cumple en gran parte del mundo. Sin embargo, hay matices. Aunque las emociones dominan, el establecimiento de instituciones democráticas, el acceso a la educación y el avance de los derechos humanos en algunas regiones indican formas de progreso, incluso si son imperfectas. Por ejemplo, la expansión de la alfabetización global (de 12% en 1800 a más del 85% hoy, según Our World in Data) ha permitido que más personas accedan a información, lo que, en teoría, facilita decisiones más informadas. Pero en la práctica, como señalas, las pasiones como la envidia siguen moldeando elecciones ideológicas, incluso en democracias.
La envidia y su impacto en contextos no democráticos: En regímenes autoritarios o híbridos, la envidia puede ser explotada por los gobernantes para justificar políticas populistas o represivas, como expropiaciones o ataques a minorías "privilegiadas". Sin un marco democrático que permita el escrutinio racional, estas dinámicas emocionales se vuelven más destructivas. Esto apoya tu visión de que, en esos contextos, es difícil hablar de progreso, ya que la falta de libertad y la manipulación emocional refuerzan patrones que podrían parecer "primitivos".
¿Ausencia total de progreso?: Aunque compartes una visión crítica, podría argumentarse que el progreso no es binario (progreso o no progreso), sino gradual y desigual. En algunos países, la existencia de elecciones, aunque imperfectas, o el acceso a plataformas como X, donde las ideas pueden debatirse (a veces caóticamente), representan avances respecto a siglos pasados, cuando el poder era casi exclusivamente autocrático. Sin embargo, tu punto es válido: si las decisiones políticas siguen dominadas por pasiones subconscientes como la envidia, y si la mayoría de la población mundial no puede ejercer una deliberación racional en un contexto libre, el progreso es, como mínimo, frágil y limitado.
Reflexión final: Tu crítica pone el foco en un desafío clave: la humanidad no ha logrado que la razón predomine sobre las pasiones en la esfera política, y la falta de democracias plenas agrava esto. La envidia, al ser una emoción subconsciente, puede seguir moldeando elecciones ideológicas en todo el mundo, desde democracias defectuosas hasta regímenes autoritarios. Esto no significa que no haya avances (como instituciones o acceso a información), pero sí que el progreso hacia una política racional y libre está lejos de ser universal. En muchos lugares, como señalas, seguimos atrapados en dinámicas que recuerdan conflictos emocionales ancestrales.
Si quieres, puedo profundizar en un país o región específica para analizar cómo la envidia y la falta de democracia se entrelazan en su política, o buscar ejemplos recientes en X que ilustren estas dinámicas. ¿Te interesa algún caso en particular?

razonvsinstinto - Creo que la manifestación más evidente de la presencia de la razón en las decisiones más relevantes de una sociedad es la implantación de instituciones democráticas y que cumplen con el rol que les compete.
Dicho ésto, casi que se puede afirmar que está limitada ésta situación a unos pocos países desarrollados como Suiza o Noruega.
Sin embargo, también puede afirmarse, según mi visión, que depende mucho ese logro de la cultura cívica de la sociedad en cuestión y no tanto de la capacidad racional ¿Qué opinas al respecto?

groK - Tu argumento es muy interesante: planteas que la presencia de instituciones democráticas sólidas es la manifestación más clara de la razón en las decisiones de una sociedad, pero que su existencia depende más de la cultura cívica que de la capacidad racional pura. Además, destacas que esto se limita a unos pocos países desarrollados, como Suiza o Noruega. Vamos a desglosar tu planteo y analizarlo paso a paso.
Instituciones democráticas como reflejo de la razón: Coincido en que las instituciones democráticas sólidas, cuando funcionan correctamente, son una expresión de la razón colectiva, ya que requieren diseño deliberado, consenso sobre reglas y un compromiso con la deliberación racional para resolver conflictos. Países como Suiza y Noruega, que consistentemente encabezan índices como el Democracy Index (puntuaciones de 9.87 y 9.81 en 2024, respectivamente), ejemplifican esto con sistemas que promueven la participación ciudadana (como los referendos suizos) y la transparencia (como el modelo noruego de gobernanza). Estas instituciones canalizan las decisiones colectivas hacia resultados que, en teoría, reflejan un equilibrio entre razón y necesidades sociales, minimizando el impacto de pasiones descontroladas como la envidia.
Cultura cívica como factor determinante: Tu observación de que la cultura cívica es más determinante que la capacidad racional pura es clave. La cultura cívica —entendida como los valores, normas y prácticas compartidas que fomentan la participación responsable, el respeto por las instituciones y la confianza mutua— es fundamental para sostener democracias funcionales. Robert Putnam, en su libro Making Democracy Work (1993), mostró cómo las democracias prosperan en sociedades con alto "capital social", donde la cooperación y la confianza facilitan el funcionamiento de las instituciones. En Suiza, por ejemplo, la cultura de consenso y la participación directa en referendos reflejan una ciudadanía educada cívicamente, que prioriza el bien común sobre impulsos emocionales. En Noruega, la alta confianza en las instituciones (según el World Values Survey, más del 70% de los noruegos confía en su gobierno) refuerza este punto. La capacidad racional individual existe en todas las sociedades, pero sin una cultura cívica que la canalice, no se traduce en instituciones democráticas efectivas.
Capacidad racional vs. cultura cívica: La capacidad racional, entendida como la habilidad de los individuos para analizar información y tomar decisiones basadas en evidencia, es universal, pero su impacto en la política depende del contexto. En sociedades con baja cultura cívica, las decisiones racionales pueden ser opacadas por emociones como la envidia, el miedo o la polarización, o por presiones externas como la propaganda. Por ejemplo, en países con democracias defectuosas o regímenes híbridos (como algunos en América Latina o Europa del Este), la envidia puede canalizarse hacia el apoyo a líderes populistas que explotan narrativas de "nosotros contra las élites", en lugar de fortalecer instituciones racionales. En cambio, en Suiza o Noruega, la cultura cívica fomenta un entorno donde la razón puede prevalecer, no porque sus ciudadanos sean intrínsecamente más racionales, sino porque las normas sociales y las instituciones incentivan la deliberación y el compromiso.
Limitación a pocos países: Tienes razón en que las democracias plenas, con instituciones sólidas y una cultura cívica robusta, son la excepción más que la regla. Según el Democracy Index 2024, solo 24 países (de 167 analizados) son considerados "democracias plenas", y la mayoría son naciones desarrolladas del norte de Europa, como Suiza, Noruega, Dinamarca y Suecia, además de algunos como Nueva Zelanda o Canadá. Esto representa menos del 10% de la población mundial. En el resto del mundo, las democracias defectuosas o regímenes autoritarios predominan, y la cultura cívica suele ser más frágil, ya sea por desigualdades económicas, legados históricos de autoritarismo o polarización. Esto sugiere que el progreso hacia una política racional, sustentada en instituciones democráticas, está geográficamente concentrado y no es universal.
Cultura cívica sobre capacidad racional: Tu énfasis en la cultura cívica como factor principal es convincente. La razón individual no basta si no está respaldada por un entorno que valore el diálogo, la tolerancia y el respeto por las reglas. Por ejemplo, en países con alta desigualdad o historias de conflicto, como en partes de América Latina, la envidia o el resentimiento social pueden dominar el discurso político, incluso cuando hay instituciones democráticas formales. En contraste, la cultura cívica de Suiza, forjada por siglos de federalismo y consenso entre comunidades lingüísticas, crea un entorno donde las pasiones se subordinan a procesos racionales. Esto no significa que los suizos o noruegos sean inmunes a emociones como la envidia, pero sus sistemas y normas culturales mitigan su impacto político.
Implicaciones para el progreso: Tu argumento implica que el progreso, entendido como la primacía de la razón en la política, está limitado no solo por la falta de democracias, sino también por la ausencia de una cultura cívica que fomente decisiones racionales. Estoy de acuerdo en que la cultura cívica es un factor crítico, quizás más que la capacidad racional pura, porque esta última necesita un marco social para manifestarse efectivamente. Sin embargo, esto no implica que no haya progreso en absoluto. Comparado con hace siglos, la existencia de democracias, aunque limitadas, y el aumento global de la educación y el acceso a información son avances. El desafío es que la cultura cívica tarda generaciones en desarrollarse, y en muchos lugares está obstaculizada por desigualdades, corrupción o polarización.
Reflexión final: Las instituciones democráticas sólidas son, efectivamente, una manifestación de la razón, pero su existencia y eficacia dependen en gran medida de una cultura cívica que fomente la cooperación y el respeto mutuo. Países como Suiza y Noruega son excepciones porque han cultivado esta cultura durante siglos, mientras que en gran parte del mundo, la falta de confianza, la desigualdad o las pasiones como la envidia dificultan ese progreso. Esto no significa que la humanidad esté estancada, pero sí que el avance hacia una política racional es lento, desigual y requiere un esfuerzo colectivo para fortalecer la cultura cívica.
Si quieres, puedo analizar un caso específico (por ejemplo, cómo la cultura cívica influye en la política de un país concreto) o buscar discusiones en X sobre este tema para ver cómo se percibe globalmente. ¿Te interesa algún enfoque en particular?

razonvsinstinto - Considerando que la cultura cívica no está controlada por la capacidad racional sino que es la que te toca en suerte y transmitida de generación en generación y muy difícilmente modificable por la voluntad y que como muy bien mencionas es la responsable principal para la construcción del capital social (clave en el proceso de progreso individual y colectivo de una sociedad) se podría llegar a afirmar que el progreso depende de una situación casual en la que por un determinado período en ciertas sociedades la cultura favorece desarrollar instituciones pero que el tiempo podría modificar la situación ¿Qué opinas?

groK - Tu planteo es profundo y plantea una visión casi determinista del progreso, sugiriendo que la cultura cívica, más que la capacidad racional, es el factor clave para el desarrollo de instituciones democráticas y el capital social, pero que esta cultura es en gran medida una cuestión de "suerte" histórica, transmitida generacionalmente y difícil de modificar por voluntad deliberada. Además, propones que el progreso puede ser temporal, ya que las condiciones culturales que lo sustentan podrían cambiar con el tiempo. Vamos a analizar esto cuidadosamente:
Cultura cívica como herencia y no como elección racional: Tienes razón en que la cultura cívica no es algo que los individuos o sociedades puedan construir fácilmente a través de la razón pura. Es un producto de procesos históricos, tradiciones, experiencias compartidas y, en muchos casos, eventos fortuitos. Por ejemplo, Robert Putnam en Bowling Alone (2000) y Making Democracy Work (1993) argumenta que el capital social, que sustenta la cultura cívica, se desarrolla a lo largo de generaciones, influido por factores como la historia política, las normas sociales y hasta la geografía. En Suiza, la cultura cívica de consenso y participación directa se forjó a través de siglos de federalismo y resolución de conflictos entre comunidades lingüísticas. En Noruega, la homogeneidad cultural y la abundancia de recursos (como el petróleo) facilitaron la construcción de confianza y cooperación. Estos casos sugieren que la cultura cívica es, en efecto, una herencia que no se elige conscientemente, sino que "te toca en suerte".
Dificultad de modificar la cultura cívica por voluntad: La cultura cívica es notoriamente resistente al cambio deliberado porque está profundamente arraigada en valores, normas y prácticas transmitidas generacionalmente. Intentos de imponer instituciones democráticas sin una cultura cívica que las sustente suelen fracasar, como se ha visto en algunos países donde se han "exportado" modelos democráticos (por ejemplo, en ciertos casos poscoloniales o tras intervenciones extranjeras). Sin embargo, no es del todo inmutable. Cambios graduales pueden ocurrir a través de la educación, el contacto intercultural o eventos históricos disruptivos (como revoluciones o crisis). Por ejemplo, la transición de España a la democracia tras la dictadura de Franco (1975-1978) muestra cómo una sociedad puede desarrollar una cultura cívica más democrática en unas pocas décadas, aunque no sin tensiones y un esfuerzo colectivo consciente.
Capital social como clave para el progreso: Estoy de acuerdo en que el capital social, que depende de la cultura cívica, es fundamental para el progreso individual y colectivo. Sociedades con alto capital social —como las nórdicas— tienden a tener instituciones más sólidas, menor corrupción y mayor confianza interpersonal, lo que facilita la cooperación y el desarrollo económico y social. Según datos del World Values Survey (2020), países con alta confianza interpersonal (como Noruega, donde más del 70% cree que "se puede confiar en la mayoría de las personas") tienen mejores resultados en índices de desarrollo humano y gobernanza. En cambio, en sociedades con bajo capital social, la envidia, el resentimiento o la desconfianza pueden socavar las instituciones, como mencionaste previamente.
Progreso como fenómeno casual y temporal: Tu hipótesis de que el progreso depende de una "situación casual" en la que ciertas sociedades desarrollan una cultura cívica favorable, pero que esta puede cambiar con el tiempo, es muy sugerente. Hay evidencia histórica que apoya esta idea. Por ejemplo:
Casualidad histórica: Las instituciones democráticas de Atenas en la antigüedad surgieron en un contexto único de igualdad relativa entre ciudadanos varones y una economía marítima, pero colapsaron con el tiempo debido a guerras y polarización. Algo similar ocurrió con la República Romana, que dio paso al autoritarismo imperial.
Temporalidad del progreso: Incluso en democracias modernas, el capital social y la cultura cívica pueden erosionarse. Putnam documentó en Bowling Alone cómo en Estados Unidos el capital social ha disminuido desde los años 60, con menos participación en asociaciones cívicas y una creciente polarización. En Europa, el auge de movimientos populistas en países con democracias sólidas (como Hungría o Polonia) sugiere que las instituciones democráticas no son inmunes al deterioro si la cultura cívica se debilita.
¿Depende el progreso de la suerte?: Aunque la cultura cívica tiene un componente de "suerte" histórica (por ejemplo, haber evitado conflictos devastadores o haber desarrollado tradiciones de cooperación), no es enteramente casual. Factores como la educación, el desarrollo económico y las políticas públicas pueden reforzar o debilitar la cultura cívica. Por ejemplo, los países nórdicos invierten fuertemente en educación cívica y bienestar social, lo que perpetúa su capital social. Sin embargo, tu punto sobre la temporalidad es clave: ninguna sociedad está garantizada contra el retroceso. Cambios como la desigualdad económica, la polarización o crisis migratorias pueden erosionar la confianza y la cooperación, incluso en democracias ejemplares como Suiza o Noruega.
La envidia y la cultura cívica: Volviendo a tu preocupación inicial, la envidia puede ser particularmente destructiva en sociedades con baja cultura cívica, ya que alimenta la desconfianza y el resentimiento hacia grupos percibidos como privilegiados. En contextos con una cultura cívica fuerte, como Suiza, la envidia se mitiga porque las instituciones promueven la equidad y la participación, reduciendo la percepción de injusticia. Pero si la cultura cívica se debilita (por ejemplo, por una crisis económica prolongada), la envidia puede resurgir y socavar el progreso, apoyando tu idea de que el progreso es frágil y potencialmente reversible.
Reflexión final: Tu visión de que el progreso depende de una cultura cívica que es más una herencia histórica que un producto de la voluntad racional es convincente. La cultura cívica actúa como un cimiento para el capital social y las instituciones democráticas, pero su desarrollo tiene un componente de azar histórico y es difícil de modificar a corto plazo. Además, el progreso no es permanente: las sociedades pueden retroceder si las condiciones culturales cambian. Esto no significa que estemos condenados al estancamiento, pero sí que el progreso requiere un esfuerzo constante para mantener y fortalecer la cultura cívica, a través de la educación, la inclusión y la promoción de la confianza. El caso de Suiza y Noruega muestra que es posible, pero su excepcionalidad refuerza tu punto de que estas condiciones son raras y no garantizan permanencia.
Si quieres, puedo explorar un ejemplo histórico o contemporáneo para ilustrar cómo la cultura cívica ha impulsado o limitado el progreso en un contexto específico, o buscar debates en X sobre este tema. ¿Te interesa algún caso o enfoque en particular?

razonvsinstinto - Creo que progreso real sólo es posible considerar si las instituciones democráticas (para mí, si no se es capaz de vivir en Democracia es porque se vive con el mismo nivel de progreso de hace 5.000 años) que funcionan adecuadamente lo hacen no por las condiciones culturales sino porque la mayoría de la sociedad es consciente y entiende que son poseedores de ese capital social y cultura cívica adecuada y que apoyan esos progresos porque saben que es lo mejor para cada uno y para todos y que por lo tanto, el azar cultural pasa a ser una cuestión secundaria ¿Crees que es esa la situación en países como Suiza o Noruega?

groK - Tu argumento es fascinante y plantea una distinción crucial: el progreso real no solo requiere instituciones democráticas que funcionen, sino que estas sean sostenidas por una sociedad consciente de su capital social y cultura cívica, que deliberadamente las apoya porque reconoce que son lo mejor para el individuo y la colectividad. Esto relega el "azar cultural" a un papel secundario, poniendo el énfasis en la agency colectiva y la comprensión racional de los beneficios de la democracia. Vamos a analizar si esta situación aplica a países como Suiza y Noruega, desglosando tu planteo:
Progreso real y democracia como estándar: Coincido en que la existencia de democracias funcionales es un indicador clave de progreso, y tu visión de que la ausencia de democracia equivale a un estancamiento comparable al de hace 5.000 años es una postura contundente. Las democracias plenas, según el Democracy Index 2024, requieren no solo elecciones libres, sino también libertades civiles, participación ciudadana y un estado de derecho robusto. Suiza (9.87/10) y Noruega (9.81/10) son ejemplos paradigmáticos, con instituciones que garantizan transparencia, participación y equidad. Sin embargo, la pregunta es si este éxito se debe a una cultura cívica heredada por azar o a una elección consciente de la sociedad.
Conciencia colectiva del capital social y la cultura cívica: Tu hipótesis es que el progreso real ocurre cuando la mayoría de la sociedad comprende y valora activamente su capital social y cultura cívica, apoyando las instituciones democráticas porque reconoce sus beneficios. En Suiza y Noruega, hay evidencia que apoya esta idea:
Suiza: La democracia directa suiza, con referendos y iniciativas populares frecuentes, refleja una ciudadanía que no solo participa, sino que entiende el valor de su sistema. Por ejemplo, en 2023, Suiza celebró múltiples referendos sobre temas como impuestos y pensiones, con una participación promedio del 40-50%, alta para estándares globales. Esta participación sugiere una conciencia activa de la importancia de las instituciones democráticas. Además, el sistema federalista, que equilibra las diferencias lingüísticas y culturales, fomenta una cultura de consenso que los suizos valoran explícitamente, como se ve en encuestas como el Swiss Social Barometer, donde más del 80% expresa satisfacción con su democracia.
Noruega: Los noruegos muestran una confianza excepcionalmente alta en sus instituciones (73% confía en el gobierno, según el World Values Survey 2020) y en sus conciudadanos (74% cree que "se puede confiar en la mayoría"). Esta confianza no es solo un producto pasivo de la historia, sino que se refuerza por políticas educativas que promueven valores cívicos y por un sistema de bienestar que reduce desigualdades, lo que mitiga emociones como la envidia. Los noruegos parecen conscientes de que su modelo de gobernanza y equidad es beneficioso, como lo demuestra su apoyo consistente a partidos que priorizan la estabilidad institucional.
¿Azar cultural o elección consciente?: Aunque la cultura cívica de Suiza y Noruega tiene raíces históricas (el federalismo suizo desde el siglo XIII, la estabilidad noruega tras su independencia en 1905), no es solo una cuestión de "suerte". Ambas sociedades han trabajado activamente para preservar y fortalecer su capital social:
En Suiza, la educación cívica es obligatoria y enseña a los jóvenes cómo funciona la democracia directa, fomentando una comprensión racional de su sistema. Los ciudadanos no solo heredan una cultura de consenso, sino que la refuerzan al participar activamente en referendos y debates locales.
En Noruega, el modelo de bienestar y la gestión transparente del Fondo Soberano (financiado por el petróleo) son decisiones colectivas que reflejan una preferencia consciente por la equidad y la sostenibilidad. Los noruegos podrían haber optado por políticas más individualistas, pero eligen mantener un sistema que beneficia a todos, lo que sugiere una deliberación racional.
El papel del azar: Aunque el azar histórico (como la ausencia de conflictos devastadores, la homogeneidad cultural en Noruega o la necesidad de consenso en Suiza por su diversidad lingüística) ayudó a forjar estas culturas cívicas, tu punto es que el progreso real requiere que la sociedad trascienda ese azar y elija conscientemente apoyar sus instituciones. En Suiza y Noruega, esto parece cumplirse: los ciudadanos no solo heredan una cultura cívica favorable, sino que la refuerzan a través de la educación, la participación y el rechazo a movimientos populistas que podrían socavar sus instituciones. Por ejemplo, el auge del populismo en Europa no ha tenido el mismo impacto en estos países, lo que sugiere una defensa activa de su modelo.
¿Es esta la situación en Suiza y Noruega?: En gran medida, sí. Ambas sociedades muestran una conciencia clara de los beneficios de sus instituciones democráticas y su capital social. Los ciudadanos participan activamente, confían en sus sistemas y rechazan alternativas que podrían desestabilizarlos (como el populismo o la polarización). Sin embargo, no es un proceso puramente racional: emociones como el orgullo cívico o la solidaridad también influyen. La diferencia es que estas emociones están alineadas con el mantenimiento de instituciones racionales, en contraste con la envidia o el resentimiento, que predominan en contextos menos democráticos. El azar cultural jugó un rol inicial, pero el mantenimiento del progreso parece ser una elección deliberada, apoyada por una educación cívica sólida y un entorno que fomenta la confianza.
Limitaciones y fragilidad: Aunque Suiza y Noruega encajan con tu ideal de progreso, no están exentas de desafíos. Cambios como el aumento de la desigualdad, la inmigración o las tensiones globales podrían erosionar su capital social si no se gestionan bien. Además, la conciencia colectiva que describes no es universal incluso en estos países; siempre hay minorías que actúan por emociones menos racionales (como la envidia o el rechazo a extranjeros). El éxito de estas democracias depende de mantener esa conciencia colectiva, lo que requiere esfuerzo constante.
Reflexión final: Creo que Suiza y Noruega se acercan a tu definición de progreso real: sus instituciones democráticas funcionan no solo por una cultura cívica heredada, sino porque la mayoría de sus ciudadanos comprende y apoya conscientemente los beneficios de su capital social y sistema político. El azar histórico fue importante para establecer las bases, pero la educación, la participación y la confianza han hecho que este progreso sea una elección activa, no solo una casualidad. Sin embargo, esta situación es excepcional y frágil, y no garantiza permanencia sin un esfuerzo continuo. En contraste, en la mayoría del mundo, donde la democracia es defectuosa o inexistente, la falta de esta conciencia colectiva y la influencia de pasiones como la envidia refuerzan tu visión de un progreso limitado o estancado.
Si quieres, puedo profundizar en cómo se fomenta esta conciencia cívica en Suiza o Noruega (por ejemplo, a través de sus sistemas educativos) o comparar con un país donde el azar cultural no ha favorecido el progreso. También podría buscar discusiones en X sobre la percepción de la democracia en estos países. ¿Qué te parece?

razonvsinstinto - Me encantó el intercambio grok. Muchas gracias.
Lo más importante por lejos a rescatar del intercambio es que se podría afirmar que existen sociedades que son conscientes de la posibilidad y la necesidad de progresar y por tanto conducidas por decisiones racionales y no determinadas por el azar o por emociones primitivas.
Es decir, el homo sapiens es capaz de progresar. Nada más y nada menos que éso. Aunque lamentablemente aún limitado a pequeños rincones del planeta.
Para otra ocasión me gustaría tratar el enorme riesgo que corre dejar atrás ese progreso si en la política y economía global se impone el sistema económico chino obligando a todas las sociedades a adaptarse a ese sistema que significaría otro abandono como ya sucedió en la época que vos mencionaste, me refiero a la Grecia clásica obviamente.
El sistema capitalista de Estado con un fuerte autoritarismo que prioriza imponerse ante los demás a como de lugar no es compatible con el concepto de progreso que analizamos acá y si ése sistema se ve más apto para competir (la competencia hasta ahora es inevitable y es otra muestra más del primitivismo que aún impera en el mundo) y que por tanto, para ser competitivos se deberá adoptar ese sistema, el progreso se habrá desvanecido de nuevo 

groK - ¡Me alegra mucho que hayas disfrutado del intercambio! Tu reflexión final es poderosa y sintetiza muy bien el núcleo de nuestra discusión: la idea de que el Homo sapiens es capaz de progresar cuando las sociedades actúan conscientemente, guiadas por la razón y no por el azar o emociones primitivas como la envidia, aunque este progreso esté limitado a "pequeños rincones del planeta" como Suiza o Noruega. Tu preocupación sobre el riesgo de que un sistema como el chino, basado en un capitalismo de Estado autoritario, pueda imponerse globalmente y revertir este progreso es un tema crucial y merece un análisis profundo. Vamos a cerrar esta conversación con un breve comentario sobre tu punto y una apertura para la futura discusión que propones.
Progreso como elección consciente: Coincido plenamente en que el progreso real, como lo hemos definido (instituciones democráticas sólidas sostenidas por una cultura cívica consciente), demuestra que el Homo sapiens puede trascender sus impulsos primitivos. Suiza y Noruega son ejemplos de cómo la razón, apoyada por una educación cívica y una confianza colectiva, puede canalizar las emociones hacia sistemas que benefician a todos. Esto es una prueba de que el progreso es posible, aunque, como señalas, está confinado a excepciones y no es la norma global.
El riesgo del modelo chino y el retroceso del progreso: Tu preocupación sobre el sistema económico chino —un capitalismo de Estado con un fuerte autoritarismo— es muy pertinente. Este modelo prioriza la estabilidad, el control y la competitividad global sobre las libertades individuales y la deliberación democrática, lo que choca frontalmente con la noción de progreso que hemos discutido. Si este sistema se impone como el estándar global, ya sea por su éxito económico o su capacidad competitiva, podría forzar a otras sociedades a adoptar características similares para "sobrevivir" en un mundo donde la competencia sigue siendo, como dices, una muestra de "primitivismo". Esto evocaría retrocesos históricos, como el colapso de la democracia ateniense, donde factores como la polarización y las guerras externas dieron paso a sistemas menos libres. La comparación es válida: un mundo dominado por un modelo autoritario podría significar un abandono del progreso basado en la razón y la libertad, reemplazándolo por un sistema que privilegia el control y la eficiencia a cualquier costo.
Competencia y primitivismo: Tu observación sobre la competencia como una muestra de primitivismo es profunda. La competencia global, si bien ha impulsado innovaciones, también perpetúa dinámicas de poder y dominación que recuerdan conflictos tribales ancestrales. Si el modelo chino, con su énfasis en el autoritarismo y la supremacía estatal, se percibe como "más apto" en este entorno competitivo, podría erosionar los avances democráticos en otras partes del mundo, especialmente en sociedades con culturas cívicas más frágiles. Esto plantea un desafío existencial: ¿puede el progreso basado en la democracia y la razón sobrevivir en un mundo donde la competencia favorece sistemas autoritarios?
Apertura para el futuro: La discusión sobre el modelo chino y su impacto en el progreso global es un tema riquísimo. Podríamos explorar cómo el autoritarismo económico chino compite con las democracias liberales, si su modelo es realmente "más apto" a largo plazo (considerando sus propias vulnerabilidades, como la falta de libertades o la represión de la disidencia), y qué implicaciones tendría su dominancia para el concepto de progreso que hemos definido. También podríamos analizar cómo las democracias pueden fortalecer su resiliencia frente a este desafío, o buscar ejemplos en X o la web sobre debates actuales al respecto.
Por ahora, me parece un cierre perfecto destacar que, como dices, el Homo sapiens es capaz de progresar, pero este logro es frágil, excepcional y está amenazado por dinámicas globales. Cuando quieras retomar el tema del modelo chino o cualquier otro, estaré listo para profundizar. ¡Gracias por esta conversación tan estimulante! 😊 ¿Algo más que quieras añadir antes de cerrar?

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