Los peligros de la racionalidad

Siempre que se trata de temas relacionados a países comunistas o socialistas no comunistas subdesarrollados encontramos basurales de contradicciones producto de la incesante búsqueda de alguna “racionalidad”. 
Racionalidad que si se enfrenta o ignora a nuestra naturaleza humana, es decir, a nuestras facetas “irracionales” -instintos, emociones, pulsiones, cultura, etc- su fracaso se hace evidente y por la magnitud que muchas veces adquiere llega a provocar daños inconmensurables que pueden identificarse sus consecuencias con locuras impresionantes.
Así por ejemplo, la racionalidad nos dice que el hombre debe vivir en un mundo justo. A cada cual lo que corresponde según sus méritos y no permitir que el azar sea el que designe quiénes son los que se benefician del orden social impuesto y quiénes los que sufren. Estos últimos probablemente de manera injusta al no ser la planificación racional lo que determina nuestra organización económica ¿Qué más racional o lógico que ésta interpretación de nuestra realidad como especie social? Incluso no deja de ser racional que aquellos seres humanos con inferiores condiciones naturales o adquiridas para expresar "sus méritos" deban ser considerados en la justa y racional administración y organización social, política y económica propuesta por nuestra capacidad para razonar.  Obviamente, alguien o algo debe encargarse de que ese racional objetivo sea cumplido. 
Finalmente, si se ignora a nuestra primitiva naturaleza humana que siempre se impone si así lo hicieran al estructurar los planes, termina con los encargados de hacer “justicia” como los únicos que obtienen según sus “méritos” mientras todos los demás terminan sufriendo los “méritos” de los gobernantes 
¿Qué son sino exactamente ésto los regímenes gobernantes de todos los países comunistas o socialistas subdesarrollados?
Otras veces la racionalidad nos dice que la codicia genera injusticias toda vez que el codicioso acapara muchísimo más de lo que necesita mientras millones de individuos sufren necesidades que podrían ser resueltas sacándoles a esos codiciosos parte de lo que les sobra. Es racional, por supuesto, pero si el plan se enfrenta a nuestra naturaleza humana, el codicioso ante las desavenencias esperadas para su codicia por cualquier plan se le ocurra a los racionales ideologos que elaboran los planes, dejará de invertir o mudará sus intereses a otro lugar. 
El resultado de la racionalidad termina con menos de lo que ya tenían los necesitados a quienes se pretendía ayudar.
También la racionalidad se pregunta ¿Es necesario consumir más de lo que ya consumimos? ¿Nos hará más felices consumir banalidades que a veces parecen sin sentidos y para colmo con riesgo de dañar nuestro hogar, nuestra Tierra? La respuesta racional probablemente sea no. No es necesario, pero si el plan para paliar esta otra “irracionalidad” consiste en ideas que se enfrentarán a nuestra naturaleza humana que no hace otra cosa que incentivar al que desea destacarse ante los demás a través de la actividad de la súper primitiva ambición humana para sostener la oferta de lo que necesitamos para nuestra subsistencia llevándolos a invertir, innovar y arriesgar a través del primitivo sistema capitalista de libre mercado, pronto empieza a escasear también lo que sí que necesitamos consumir para sobrevivir con dignidad y felicidad. No consumiremos de más, pero seguramente tampoco lo suficiente con el riesgo incluso de que millones mueran de hambre como de hecho sucedió en China o Camboya con regímenes comunistas (mejor no mencionar la perdida de libertades que a menudo los planes racionales suelen llevar consigo).
Los socialistas alguna maldita vez deben entender que todo lo que brilla por su “racionalidad” debe antes pasar por el tamiz de nuestra naturaleza humana para asegurarse de su validez como realmente racional y, fundamentalmente, eficaz.
Como Utopía se conocen a todas las racionalidades que no superan la prueba de nuestra naturaleza humana. Y son miles las utopías que son posibles de encontrar y sin embargo, cientos de millones de socialistas no logran advertir esta limitación tan básica y elemental en nuestras vidas.
Alguna maldita vez lo entenderán.

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