Codicia y política

No existe un solo individuo conocedor de la realidad Argentina que no coincida en que el gasto público argentino medido en relación al PBI sumado a un déficit fiscal del 7-8% es incompatible con cualquier posibilidad de progreso y crecimiento.
Un acuerdo político es imprescindible para salir de este atolladero. No hay opción.
Ni siquiera deja lugar a la eterna excusa de la izquierda para negarse a cualquier posibilidad de acuerdo para revertir este drama, basado siempre en el aumento impositivo para reducir dicho déficit (obviamente al sector productivo) toda vez que los países que representan el paradigma de la justicia social tienen guarismos de presión fiscal iguales o incluso menores al nuestro.
No hay duda alguna, debemos salir de ese maldito círculo vicioso que nos llevó de competir con Australia o Canadá hace 70 años a competir hoy con Paraguay en calidad de vida. Círculo vicioso cuyo impulsor es el gasto público incompatible con nuestras posibilidades culturales para ser administrado con la suficiente eficiencia para no entorpecer el dinamismo de la economía (eficiencia que poseen justamente los países exitosos a pesar de sus elevados guarismos de gasto público social) -ver "Colectivismo y cultura individualista"-.
Es obvio que algo hay que hacer.
Pero ¿Por qué no se hace nada?
Por el de siempre, por Zaratustra.
A través de todo el blog insisto en la importancia de las pasiones derivadas del instinto al que bautizé con el seudónimo Zaratustra a la hora de definir el progreso o atraso de los pueblos. Me refiero a la envidia y la codicia.
Hoy Argentina necesita desesperadamente de un gran acuerdo político nacional para salir del círculo vicioso que lleva más de 70 años y así dar una chance real de progreso al pueblo. Sin embargo, a pesar de estar en juego el destino de decenas de millones de ciudadanos, los políticos no dan una mínima señal siquiera que implique la  posibilidad de llegar a un acuerdo, aunque mas no sea para salir de una cuyuntura que se ve nefasta en el corto plazo sin siquiera mencionar la palabra futuro en el largo plazo que debería ser lo más absolutamente razonable incluir en cualquier discusión política seria.
¿Por qué se presenta indefinidamente esta situación?
Por la codicia.
Es la codicia de los dirigentes y funcionarios políticos la que domina totalmente sus decisiones sin dejar un mínimo espacio a la razón.
Es la codicia por mantenerse, o mejor aún, ascender en los escalones del poder lo que les impide cualquier posibilidad de acuerdo toda vez que acordar puede implicar un beneficio a su oponente y perjuicio a los intereses de su codicia. Incluso no es necesario la certeza de un eventual beneficio del otro para eludir cualquier compromiso que implique acordar, ya con la mínima posibilidad de que así sea es suficiente para no ceder nada.
Es la codicia lo que lleva a los políticos aumentar el gasto público con una absoluta irresponsabilidad aprovechando la deficiencia cultural de los pueblos latinoamericanos para percibir el destino de los fondos públicos como una cuestión que compete a sus responsabilidades civiles. Aumento del gasto para perpetuarse en el poder y de paso enriquecerse las más de las veces.
Es la codicia de los gobernantes que no aceptan, ante un acuerdo posible, todas las partes lleven el mérito de semejante logro para igualar posibilidades electorales futuras.
Y es la codicia de la oposición la que les impide otorgar beneficio alguno al gobierno de turno si ello implica disminuir posibilidades futuras.
Aunque ceder implique un beneficio para decenas de millones de conciudadanos.
La codicia siempre se impone al interés general.
Por eso ¿Un Pacto de la Moncloa en Argentina?
Es prácticamente una utopía aunque todos sepan que es el único camino al verdadero progreso para la Nación entera.
¿Y la razón? ¿Donde se encuentra en este embrollo?
La razón solamente se encarga de elaborar el plan para que la codicia de los políticos obtenga sus propósitos y aportar excusas toda vez que sean necesarias cuando los objetivos se ven incompatibles con el sentido común -ver la zaga "Míralo, Zaratustra está ahí. Nadie lo ve pero siempre está"- 
La verdadera razón, aquella que realmente nos diferencia de las otras especies del reino animal y que debe abstraerse de las presiones de nuestros primitivos impulsos o pasiones como la codicia, se mantiene relegada a ocupaciones secundarias y sin influencia en las decisiones que definen las políticas públicas. 
La codicia siempre se impone. Codicia de los políticos y acuerdo son incompatibles.
Al menos en los países subdesarrollados.
Entonces ¿Cuál es el antídoto a la codicia de los dirigentes políticos que impiden cualquier posibilidad de acuerdo y progreso?
La cultura colectivista, entendiendo a esta como aquella que predispone a los ciudadanos al cumplimiento de las normas y reglas, al compromiso con sus responsabilidades civiles. 
Es la cultura colectivista la que da acceso a la ciudadanía a percibir como una cuestión que incumbe a todos y cada uno de los integrantes de la sociedad el destino y manejo de los fondos públicos.
Si las costumbres y actitudes típicas de los pueblos no los empuja a preocuparse por lo que se hace con el dinero público, la codicia de los políticos hacen la parte que explica los desastres a los que nos tienen acostumbrados.
Al revés, si la cultura los empuja al control de los actores políticos, la responsabilidad fiscal es muchísimo más probable se haga presente.
La diferencia es fácil advertir al evaluar las posibilidades de ser electo tiene un político conocido como corrupto en un país con una cultura con responsabilidad civil y cuánta en una con deficiencias como la nuestra. En la primera es casi nula mientras en la nuestra es prácticamente una regla ser electos.
Hasta que no pongamos en el medio de estas discusiones a Zaratustra, jamás se llegará siquiera a la posibilidad de sentarse sinceramente a acordar.
Insistir, divulgar y volver a insistir en su divulgación es sin dudas necesario.
Eso intento con este blog.

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