El conocimiento, la sabiduría y el progreso


Reproduzco un intercambio de opiniones con un sabio amigo a propósito de un comentario suyo, que compartió conmigo, en una nota publicada en La Gaceta de la Iberoesfera de Fernández Sánchez Dragó.
El tema central del intercambio trata sobre la existencia o no del progreso humano.
Mi amigo Julián cree que no existe tal progreso mientras yo dudo aunque si tengo que apostar, lo haría por el sí.
Espero lo disfruten:

por FERNANDO SÁNCHEZ DRAGÓ  03 marzo 2022
En 1957, el periodista Emilio Romero ganó el premio Planeta con una novela que se llamaba así: La paz empieza nunca.
Su título, que hoy hago mío, nada tenía que ver con la filosofía de la historia, pero viene que ni pintiparado a propósito de lo que está pasando en Ucrania y de lo que a raíz de ese conflicto podría suceder en un futuro tan ominoso como, quizá, cercano.
Es obvio que me refiero a la sombría posibilidad de que el siempre frágil equilibrio del llamado Orden Mundial salte por los aires, si es que no lo ha hecho ya. 
Un profesorcillo estadounidense de ascendencia nipona publicó en 1992 un libro de extraordinaria repercusión que hoy ya no recuerda casi nadie.
Su autor se llamaba (y se llama, pues supongo que no ha fallecido) Francis Fukuyama y el título, tan pretencioso como petulante, de aquella obra era El fin de la historia y el último hombre. Nada más y nada menos. En ella se exponía una polémica tesis: la de que la Historia, como lucha de ideologías, había terminado con un happy end basado en una democracia liberal impuesta urbi et orbi tras el fin de la Guerra Fría.
Hoy sabemos de sobra, y lo sabíamos ya antes de que los tropas rusas entrasen en Ucrania, que todo eso era una utopía volitiva, por no decir una paparrucha. 
El despertar ha sido tan brusco como reciente. El mundo entero y, en especial, la Unión Europea, que se acunaba, dormilona, en su dolce far niente, se ha llevado las manos a la cabeza, presa de un susto morrocotudo, al escuchar en la raya de sus fronteras orientales el ronco graznido de los grajos de la guerra y ha descubierto que cuando los misiles de uno de los tres ejércitos más poderosos de la tierra vuelan bajo hace un frío del carajo.
La Unión Europea (…) se ha llevado las manos a la cabeza al escuchar en la raya de sus fronteras orientales el ronco graznido de los grajos de la guerra
¿Pensaban, ignaros de lo que esconde la condición humana, que ya nunca más habría guerras ni locales ni mundiales desencadenadas en el continente donde tantas hubo? La de Troya, que stricto sensu geográfico se libró en Asia, pero hirió el corazón de la Hélade, alma máter de Europa, fue una de las primeras, pero antes y después hubo muchas otras. Repasarlas sería prolijo… Las guerras púnicas, la de las Galias, las de las tribus bárbaras, la de los moros y los cristianos, la de los Cien Años, la de los Treinta, las de los mongoles y los otomanos, las de nuestros Tercios, las napoleónicas, las de la Santa Alianza, la del Catorce, la de las dos Rusias, la de los nazis y, last but not least, la de Yugoslavia. 
Me dejo muchas. ¡Pero si no hemos parado! ¿Por qué será? Será, digo yo, porque el buen salvaje de Rousseau es más malo que la quina, porque Caín ya le atizó a Abel con la quijada de burro ‒equivalente pretecnológico del armamento nuclear‒, porque el ser humano es inhumano y está en permanente guerra consigo mismo, porque el mono sapiens y bípedo implume es un animal depredador y porque, en definitiva, como dice la coplilla burlona, «vinieron los sarracenos / y nos molieron a palos / que Dios ayuda a los malos / cuando son más que los buenos».
Hace un par de días dijo Pablo Motos al término de uno de sus programas de televisión: «(…) la guerra es la noticia estrella de los telediarios que nos amarga la comida y que nos hace sentir como unos inútiles a la hora de la verdad; la guerra es el negocio de los fabricantes de armas que tienen que darles salida a sus carísimos y cada vez más destructivos productos; la guerra también es el negocio de las constructoras cuando después de las bombas haya que volver a poner en pie las ciudades; la guerra es es el negocio de la administración del botín porque toda guerra se hace para arrebatarle al enemigo algo que tiene y el agresor quiere, ya sean sus tierras o su petróleo (…). La guerra, efectivamente, es un gran negocio».
 Ahí está el busilis, amigos, y por eso la paz nunca empezará.



Julián Perez

Le respondí con este comentario:

La base de todas las utopías y de todas las fantasías es la creencia ¨en el mejoramiento humano¨, en el que al parecer también creía mi tocayo. También en eso creía Marx, cuando dijo que era el ser social quien determinaba la conciencia.

El corolario es que si el comportamiento humano depende del entorno social, mejorando la sociedad mejorará el ser humano (el hombre nuevo del Che Guevara) y no habrá más guerras entre otras cosas.

Es, por supuesto, una visión secular del mundo. Si el ser humano fuera solamente material y un producto de la evolución, está claro que sería mejorable. Pero no lo es. Ha seguido comportándose de idéntica manera en los milenios de historia, cualesquiera fuera el entorno social.

Nuestros Padres Fundadores sabían más que eso. Sabían que la naturaleza humana no cambia. Que las pasiones no pueden eliminarse (pues es imposible) ni reprimirse a la fuerza  (pues esto es privarnos de libertad), solamente limitarse mediante chequeos y balances y oponiendo ambiciones a ambiciones.

Los fundadores tenían la visión no secular del mundo, la de nuestro origen divino. El ser humano es libre de elegir entre el bien y el mal, pues no es un animal evolucionado esclavo del medio. ¨Timshel¨, ¨tú puedes¨, fue lo que en realidad dijo Dios a Caín, como bien explicara Steinbeck en ¨East of Eden¨. Y esa lucha es eterna y, por ¨perfecta¨ que se quiera hacer la sociedad, nunca tiene fin.

No recuerdo quién dijo que el comunismo estaba destinado a fracasar por su desconocimiento de la naturaleza humana, pero dijo la verdad.

Por eso siempre habrá guerras.

razón vs instinto

Amigo Julián, observe cómo viven los "mono sapiens" de Sánchez Dragó en Afganistán en El Salvador o en Ruanda y después observe cómo viven en cualquier país desarrollado.
Es difícil pensar que en Bélgica no existe algo que pueda llamarse progreso.
Sí está claro que no es porque el "mono sapiens" cambió o evolucionó. Seguro que no. 
La diferencia la marca claramente la "evolución" o el cambio azaroso, o vaya uno a saber cómo, de la cultura cívica y política de algunos pueblos que hace más fácil organizarse a través de las instituciones adecuadas y con la eficacia esperable.
Es decir, el "mono sapiens" no cambia. Nuestra naturaleza humana no cambia ni evoluciona (y si evoluciona es un proceso en el que solamente sería posible observar un cambio evolutivo cada decenas de miles de años lo que hace a esta cuestión ridículo incluirlo en cualquier análisis político o ideológico actual dado que nuestra historia apenas lleva 5.000 años)
Ahora bien, si es progreso lo que diferencia a Bélgica de Afganistán, es evidente que el progreso debería ser tenido como una meta para todos aquellos pueblos atrasados y los que más progresaron mejorar aún más.
Creo en que es probable que exista el progreso como entidades culturales y no en el progreso humano como muy bien ud lo afirma. 
Los pueblos que han "progresado" han logrado con las instituciones adecuadas que la incidencia de las características inamovibles de nuestra naturaleza humana que favorecen o promueven la conflictividad disminuya y las que favorecen el éxito económico y la paz se ensalcen.

Julián Perez

Amigo Ramiro

No niego que el ser humano progrese materialmente, en tecnología, tampoco que aumente su caudal de conocimientos sobre el mundo que lo rodea, pero no cambia su naturaleza ni se hace más sabio. El conocimiento no equivale a sabiduría. El cultísimo pueblo alemán nos dio el holocausto.

C.S,Lewis pone un buen ejemplo: la razón por la que ya no se queme a las brujas no es porque haya habido un progreso moral sino porque ya no se cree en la existencia de las brujas.

Un abrazo

razón vs instinto

Amigo Julián, si hay algo de lo que estoy seguro es que hay mucho que al homo sapiens le es imposible saber. Muchísimo.
Esto viene al caso porque este intercambio me llevó hasta donde sé que me resulta imposible avanzar más allá de lo que puedo hacerlo. "Hasta allí llego" y tiene relación con su comentario.
Me explico, como se habrá dado cuenta soy culturalista y por simple consecuencia institucionalista.
Es decir, creo que la cultura (cívica y política fundamentalmente entendiendo a ella como los hábitos, costumbres y actitudes típicas de una sociedad que se ejecutan sin elaboración racional previa porque simplemente se actúa de una determinada manera porque así está estructurado el comportamiento cotidiano de los miembros de una sociedad) es la que favorece o no el funcionamiento óptimo de las instituciones (judiciales, electorales, educativas, judiciales, etc) y que cuando las favorece, todo, absolutamente todo resulta muchísimo más fácil que funcione como se espera y, por tanto, lo que conocemos y acordamos como sociedad exitosa es muy fácil de lograr.
Y aquí llego al nudo de la cuestión con la pregunta sin respuesta para mí ¿Esa condición cultural es azarosa o voluntaria? ¿Se ha llegado a ella por convicción y aprendizaje o porque simplemente son las costumbres que el azar de la historia reservó para algunos y le negó a otros? Y si es por conocimiento ¿se llegó a la "sabiduría"?
Si es positiva, por voluntad y convicción, entonces deberíamos admitir que al menos la mayoría de los ciudadanos son conscientes de que su comportamiento cívico, su cultura, es la que los hace exitosos.
En éste caso puedo afirmar que hay progreso humano. Que el conocimiento sí equivale a sabiduría. 
Que el conocimiento va de la mano de lo que puede interpretarse como progreso humano. Si un ciudadano sabe que es su comportamiento cívico lo que hace prosperar a su sociedad es decididamente más avanzado que un ciudadano de, por ejemplo Haití, donde solamente brega por sus intereses individuales y no tiene incorporado comportamientos que favorecen el buen funcionamiento de la sociedad.
Pero, si el ciudadano de un país desarrollado se comporta como lo hace por simple costumbre e inconsciente de que es ese comportamiento el que facilita el buen funcionamiento del país, entonces es sólo azar y por tanto expuestos a sufrir en el futuro un retroceso si el azar o el simple destino así lo decide.
En éste caso ni siquiera hay conocimiento y mucho menos sabiduría.
Debe haber quiénes saben si es un comportamiento positivo, adquirido por aprendizaje o simple azar. Yo no lo sé.
El homo sapiens sigue siendo el mismo pero si el caso es que son conscientes de que su cultura, sus costumbres, sus conductas son importantes para la organización óptima de la sociedad, y volviendo a sus palabras, podría afirmarse que el conocimiento se convierte en sabiduría.
Eso es para mí progreso (social al menos)
Un abrazo amigo Julián. 

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