Un teléfono móvil en Babilonia

A menudo recuerdo toda vez que me asombra alguna tecnología que usamos a diario como la internet y su impresionante capacidad de almacenar y darnos acceso inmediato a un prácticamente infinito número de datos, el contraste existente entre nuestros avances científicos y nuestros avances sociales o políticos.
Mientras estamos navegando por internet en un pequeño e increíble aparatito de mano a través de una brillante pantallita, en Medio Oriente  dictaduras tan crueles como las de hace 4.000 años continúan gobernando la vida de sus ciudadanos.
En China, país donde se fabrican la mayoría de estos artefactos increíbles, gobierna un clan que poco se diferencia de los primeros, milenios atrás, que luchaban por conquistar lo que para ellos era y aún lo es, el centro del universo, el Imperio Chino.
Clan que se hace llamar ahora partido comunista y que paradójicamente utiliza políticas económicas que se identifican a menudo como capitalismo salvaje.
Y que gobierna bajo un régimen dictatorial que pone tantas restricciones a la libertad, a nuestros derechos humanos universales, como tantos otros milenios atrás.
África casi entera es otro ejemplo del contraste al que hago referencia.
El Sudeste Asiático, igual.
Rusia, India y Latinoamérica, cerca, muy cerca.
¿Cómo es posible este contraste?
¿Cómo puede ser posible que esos "genios" llamados seres humanos capaces de crear tecnologías increíbles y artes maravillosas, a la hora de organizarse social, económica y políticamente no se diferencien de nuestros primitivos antepasados en la mayor parte del planeta y no demasiado en un sector minoritario?
Mi respuesta.
Porque el desarrollo tecnológico depende de la actividad de un instinto como conductor mientras el desarrollo político de la razón.
¿Extraña respuesta?
Claro que sí, pero si incorporamos en este análisis a Zaratustra, la cultura y a la razón en sus facetas pura e instrumental, es fácil descubrirla.
Analicemos primero el desarrollo científico y tecnológico.
Básicamente consiste en el insistente uso de la voluntad para analizar, deducir, utilizar conocimientos previos, etc y con ello un nuevo descubrimiento, como una corriente eléctrica allá por el 1600 por un tal Von Guericke o un motor a combustión en los años 1880 por un señor Otto o un monitor de TV por otro fulano, hasta los centros de investigación y desarrollo que vemos actualmente.
Hasta acá es increíblemente humano el proceso y absolutamente lejos de lo que se podría considerar como algo perteneciente a una faceta animal, reino del que formamos parte.
Pero si profundizamos un poco más, veremos que no es tanto como parece.
Aquellos individuos tan geniales, en su enorme mayoría,  en realidad su objetivo prioritario y que es lo que en definitiva los moviliza y conduce, no es otra cosa que buscar destacar su ego mostrando a aquellos que forman su entorno, su "genialidad", su capacidad superlativa (recordar que son procesos subconscientes y además tabú para la mayoría de los seres humanos).
Es satisfacer esa pulsión o instinto conocido en este blog cómo Zaratustra lo que los moviliza con tanta fuerza que les hace poner toda su pasión y una voluntad inconmensurable para lograr el objetivo.
Una genial creación para satisfacer un instinto.
Cuando se logra la meta y una nueva tecnología u obra de arte surge, Zaratustra los premia con liberación de endorfinas euforizantes que los hace sentir cómo un "ganador", un "genio", un "exitoso perteneciente al grupo de los ganadores".
¿Pero acaso no debieron utilizar la capacidad de razonar, extraordinaria la mayoría de las veces, para lograr esos objetivos?
Si, sin dudas que si.
Pero es la razón que denomino instrumental - vea el capítulo (2) de la saga "Míralo, Zaratustra está ahí. Nadie lo ve pero siempre está"-.
Aquella puesta al servicio de un instinto para satisfacer sus deseos u objetivos.
Razón de una eficiencia extraordinaria cuando para éstas tareas se trata como bien lo demuestran los avances tecnológicos obtenidos, como la bomba nuclear por ejemplo.
Y es exactamente la misma razón que utiliza el instinto en aquellos que desean destacar su ego a través del poder o superioridad económica en vez de una creación científica.
Razón que busca las ideas y los métodos que se adapten a sus objetivos para finalmente lograr la meta, como un científico busca instrumentos de la ciencia.
La meta de un Stalin por ejemplo.
O de un Julio César, un Alejandro magno, un Hitler o un Donald Trump.
Donald Trump cuya razón instrumental logró los dos objetivos puestos de ejemplo ahora, primero de superioridad económica y después de poder.
¿Cree que es otra cosa lo que movilizó al Señor Trump para lograr estos objetivos? ¿Como la vocación de servicio?
Si profundizamos otro poco el análisis, nos encontraremos con que aquel que inventó la polea, vivía bajo el régimen de un soberano que gobernaba mediante exposición de poder y el sometimiento a su antojo de la población entera, exactamente igual a la situación de un creativo ingeniero de la China actual.
En el área política y social entonces ¿Progresamos o estamos igual que hace milenios? ¿Simplemente gobernados por sistemas ideados por la razón instrumental puesta al servicio de primitivos instintos en manos de aquellos que dominados por este mecanismo buscan el poder para satisfacerlo y a través de él, someter a la sociedad entera?
Por suerte la respuesta es si, progresamos.
Aunque apenas y en unas pocas latitudes, pero progreso al fin.
Allí dónde la razón pura se impone a los instintos y su gran aliado, la razón instrumental.
Razón pura que, libre de las presiones y objetivos instintivos o pulsionales, busca el sistema ideal. Aquel sistema cuyos objetivos, la lógica más simple e independientemente de  inclinaciones ideológicas o religiosas,  buscaría.
Es decir, donde haya libertad, felicidad, seguridad, bienes de subsistencia asegurada para todos, justicia más un largo etcétera que cualquiera adivinaría.
Podrán conjeturar diferentes maneras de obtenerlos, pero los objetivos difícilmente serán diferentes ¿Qué duda cabe?
Al menos en política y sociología, el verdadero progreso solamente podemos verlo ahí, dónde la razón pura toma decisiones. Más progreso cuántas más decisiones esta razón es capaz de imponer a nuestros primitivos impulsos que buscan destacarse con poder o riquezas a través de sistemas políticos que se adapten a sus necesidades.
Dictaduras, tiranías en fin.
Y el paradigma de la actividad de la razón pura en la organización política se llama democracia.
Allí dónde más está limitada la intención del instinto de dominar, oprimir, someter.
Allí dónde se utilizan sistemas políticos y económicos sugeridas por la razón pura que no está al servicio del objetivo de una pulsión.
Allí dónde los derechos humanos universales pueden ser disfrutados por la ciudadanía entera.
Allí dónde se crean los medios que hacen posible intervenir a esta razón en la conducción y dirección de la organización política.
Medios, creaciones de la razón pura, llamadas instituciones democráticas.
No aquellas que responden al instinto de poder y dominación ideadas por la razón instrumental como el politburó por dar un ejemplo paradigmático.
Me refiero a una institución como la cámara de diputados en democracia entre muchísimos otros.
Como vimos, luego de incorporar al instinto, la razón pura y la razón instrumental en este análisis, nos queda la cultura.
¿Dónde entra ésta en este "embrollo"?
Este es el tema más complejo para mí y que aún no encuentro una conclusión posible como lo descubrirá enseguida y dejo al lector su decisión personal al respecto.
La cultura (costumbres, hábitos, respuestas típicas ante determinados estímulos, predisposición ciudadana ante los demás y el estado en diferentes circunstancias no elaboradas por la razón) hace más o menos predispuestos a los ciudadanos a cumplir o no con las normas, reglas y leyes.
Normas, reglas y leyes creadas por la razón pura que ejercen su función a través de las instituciones.
Aquellas culturas más apegadas al cumplimiento de las normas y reglas, hacen infinitamente más fácil hacer eficientes a estas instituciones.
Instituciones que son las herramientas claves para cumplir los objetivos de la razón pura, reitero y recalco.
Es lo que vemos precisamente en los países dónde hay verdadero progresismo, donde la razón participa en la organización social.
En los países desarrollados donde las instituciones cumplen sus objetivos.
Allí donde la libertad, la democracia, la justicia social, la seguridad, la felicidad, la salud se destacan claramente.
Donde vemos nada más y nada menos que a la otra gran creación de la razón pura expresarse en casi todo su potencial, me refiero obviamente a los derechos humanos universales.
Pero si el uso de la razón y el progreso en definitiva dependen de algo tan primitivo y azaroso como la condición cultural que permite o no la eficiencia de la creación de la razón en política, de las instituciones ¿Hay progreso allí o solamente les tocó en suerte un período histórico favorable por fuerzas del azar como alguna vez vimos en Grecia?
Mi respuesta, creo que si hay progreso.
Lo hay porque los ciudadanos pertenecientes a esta cultura son conscientes de ello.
Hay consciencia de ello por lo que llega de lleno en aquello que definitivamente nos diferencia de otras especies.
Saben, conocen que dependen de esa actitud cultural el éxito de su comunidad.
Si así no fuera, diría que en nada se diferencian de las primeras congregaciones políticas humanas, pero estoy casi convencido de que no es el caso.
Sin embargo, la duda existe.
Usted sacará sus conclusiones.

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