El fenómeno Macri

Pocos dudan de que la política siempre se impone a la economía, salvo que no se respeten ciertos parámetros macroeconómicos elementales, en cuyo caso ya no importa cuán organizada sea la sociedad.
Parámetros que necesariamente deben estar enmarcados dentro de lo que conocemos como capitalismo, sistema que no podemos evitar mientras nuestros instintos sean los que deciden nuestras conductas más relevantes a la hora de organizarnos económicamente y por tanto social y políticamente.
Instinto descrito una y otra vez en este blog.
El capitalismo requiere como elemento clave a la libertad para que aquel ambicioso incentivado por el instinto al que llamo Zaratustra (ver "les presento a Zaratustra el protagonista del blogs y del libro") encuentre el ámbito adecuado para expresar su ambición a través del emprendimiento empresarial.
Básicamente, cuánto más libertad y menos trabas encuentren, más predispuestos estarán a emprender, innovar y producir, lo que sumado a otros incontables emprendedores hacen al funcionamiento de la economía.
Una consecuencia inevitable de ésta política es el empoderamiento del dueño, del productor y como éstos siempre están bajo el control del mismo instinto, no hay límites en la competencia, por lo que acumular más y más lo ven como una incontenible necesidad.
La consecuencia directa de ello es la desigualdad social. Más desigualdad cuanto más liberal el sistema (aunque también más producción y trabajo)
A partir de este punto, surgen todas las ideas y teorías que intentan evitar esta "injusticia social" y siempre se recurre a cualquier táctica que distribuya la riqueza, lo que implica disminuir las posibilidades de expresar la ambición en todo su potencial por la presión fiscal consecuente.
Si se supera un cierto límite, la ambición inhibe totalmente su expresión en el ámbito económico y se dirige hacia otro espacio que encuentre más conveniente.
Es exactamente lo que pasa en el comunismo donde los ambiciosos se dirigen a los ámbitos burocráticos dónde es más fácil obtener privilegios que permitan diferenciarse de los demás (el instinto, como siempre, prevalece a la hora de tomar decisiones relevantes como, precisamente, éstas).
Si las políticas de distribución se mantienen dentro de los parámetros básicos del capitalismo, se puede interferir en el sistema, tanto como la eficiencia de las instituciones lo permitan.
Cuánto mejor éstas funcionen, más presión fiscal es posible aplicar y la economía funcionará, con un poco de más o menos ímpetu, pero lo hará.
Y la eficiencia de las instituciones dependen básicamente de su materia prima, ésta es la cultura.
Cuanto más apegada al cumplimiento de las normas y reglas sea la cultura del pueblo en cuestión, más eficientes serán las instituciones y por tanto más se puede intervenir en la economía.
Desde la política obviamente.
Es por eso que precisamente la organización social es la que permite a la política mayor o menor margen para presionar a la economía.
Cuánto más organizada la sociedad, más presión sobre los parámetros macroeconómicos es posible imponer.
Como ejemplo se pueden citar a las eficientes sociedades suecas o noruegas cuyas economías están sometidas a una presión fiscal elevada con guarismos mucho mayores a la de otros pueblos, sumado a una moneda con valor real que sería insostenible en otras economías y aún así pueden mantener una actividad económica formidable.
Organización social que no es otra cosa que la capacidad de sostener instituciones eficientes en un medio, nada más y nada menos, que democrático y estable sin sobresaltos ni crisis recurrentes (la democracia requiere una capacidad organizativa de la sociedad muy elevada).
¿A qué viene ésta perorata si el tema trata del presidente Macri?
Continúo.
Es fácil advertir que nuestra cultura cívica latinoamericana no es la más apta para la organización social.
De hecho, muchas de nuestras instituciones han estado hace pocos meses a punto de desaparecer, como el poder legislativo que prácticamente se limitaba a ocupar una posición meramente figurativa o como una simple escribanía del poder ejecutivo, o el INDEC que directamente desapareció o el ministerio de economía que pasó a ocupar el lugar de una "oficinita" o las que aguantaron la embestida de un poder ejecutivo dispuesto a destruir las pocas instituciones que quedaban más o menos en pie, como las instituciones de la prensa libre o incluso las judiciales que gracias a una fuerte resistencia de la corte suprema se salvó del ataque final cuando ya los eslabones inferiores habían sido todos cooptados (de hecho, en la mayoría de las provincias ya no existe la independencia del poder judicial por ejemplo).
Todo esto mientras se ganaba las elecciones presidenciales con el 54% de los votos.
Este 54% representa el ejemplo típico de la cultura de un pueblo poco apto para organizarse ya que es evidente su desinterés por el bienestar general o por el otro o por el estado que compete a todos.
Es decir, con nuestra cultura, claramente, los márgenes de la política para intervenir en la economía se restringen muchísimo respecto a la de los países desarrollados.
Dicho esto, vamos a la situación que heredó Macri.
Nada más y nada menos que el 8% de déficit fiscal asociado a un 45% de PBI de presión impositiva y una moneda brutalmente sobrevalorada.
Estos guarismos solo pueden ser sostenibles sin caer en crisis que equilibren las exigencias económicas a la capacidad organizativa de la sociedad, en países con una cultura cívica muy predispuesta a la colaboración y que permita aceptar las reglas de juego manteniendo la confianza en el sistema.
En países con nuestra cultura, con niveles de participación del estado en la economía del 45%, la desorganización económica es la regla con la fuga de capitales como paradigma de la desorganización y la falta de confianza en nosotros mismos.
La idea del inevitable ajuste que todos pronostican, está puesta en esta convicción.
Convicción totalmente justificada ya que toda vez que el país se sometió a estas situaciones, la crisis fue el resultado inevitable, aún con guarismos no tan críticos como los actuales.
Sin embargo, apareció un "fulano" hijo de millonarios, que aparentemente no tenía nada para hacer y se le ocurrió un día incursionar en la administración de un club de fútbol.
Llamativamente, le fue muy bien, de hecho con la mejor campaña de la historia del club.
Aún así, la idea que primaba era que se trataba de un ricachón que administró un club de fútbol como una empresa y si bien le fue bien, no es lo que "se debería hacer con un club de fútbol popular" que es de todos y no una empresa privada (casi un traidor a nuestra cultura futbolera)
Sin embargo, la historia continuó y a este "ricachón" se le ocurrió formar un partido político y aunque más de uno pensaba que se trataba de un simple oportunista que aprovechaba la suerte de su afortunado éxito en el futbol para incursionar en el negocio de la política, no solamente formó su partido político sino que "encima" ganó las elecciones para gobernar la CABA.
Y por dos periodos. Y con el gobierno nacional siempre en contra (gobierno que priorizaba exclusivamente su poder a costa de lo que sea, entre ello la miseria de la población).
¡Vaya! Que tipo con suerte.
Y cuando ya no podía reelegirse en la ciudad, fue por la ¡presidencia de la nación!
Presidencia con su partido político, formado y fundado por él e incorporando a su fuerza un histórico partido político, dándole un lugar absolutamente insignificante.
De nuevo ¡Vaya! Que tipo con suerte.
E "increíblemente", le ganó las elecciones presidenciales al partido Peronista.
Epa, epa.....
Pero ganó con un "pequeño detalle", heredó un país destrozado con una economía totalmente desequilibrada para nuestra capacidad para auto organizarnos con suficiente eficiencia como para corregir los desequilibrios sin que el caos sea inevitable.
Así que para el "tipo con suerte", el único augurio posible era que meta toda la "carne en el asador" de entrada y hacer un brutal ajuste para adaptar nuestra cultura a los números de la macroeconomía, antes de que las fuerzas del mercado lo hagan de manera absolutamente descontrolada y lleve puesto a su gobierno (como siempre ocurrió en estas situaciones)
La idea era (y aún es para muchos) que si aguantaba el "batacazo", bienvenido sea y tendríamos un país que sale de una nueva crisis pero controlada y con gente "razonable" económicamente dirigiendo el país.
Sin embargo, este "suertudo" dijo: no voy a hacer un ajuste "animal" para volver a empezar como lo venimos haciendo desde hace 80 años cada 10-15 años inevitablemente, una y otra vez.
Entonces se rodeó de una tal Vidal, una simple "mina" por la que nadie daba un "mango", pero resulta que tiene una personalidad asombrosa y era una trabajadora social incansable conocedora de lo más íntimo de los barrios carenciados, probablemente más que los punteros políticos peronistas, pero sin intenciones de estafar a nadie y ganó las elecciones en la provincia de Buenos Aires, ¡bastión histórico del peronismo!.
Más un tal Peña que parece tener todas las respuestas en la política interna e interior.
Un equipo económico, al cual él conduce ya que saca al que hay que sacar si no sigue sus lineamientos. Equipo que está mostrando capacidad de surfear los números económicos desastrosos para nuestra capacidad institucional y hasta parece que tienen chances de superar ellos solos nuestras limitaciones culturales.
¡Vaya, vaya!.....¿No es demasiada suerte?....
Y ahora, gana las elecciones de medio término y deja al peronismo, nada más y nada menos, como un partido que casi casi parece tener el destino del radicalismo, a la desaparición (ayudado fuertemente por la absoluta incapacidad intelectual de una líder que los peronistas jamás debieron dejar que lo sea, cometiendo un error increíble).
¿Y si resulta que este tal Macri estabiliza las variables macroeconómicas en guarismos aceptables para los inversores foráneos acorde a nuestra capacidad organizativa? (inversores que fueron y son los eternos actores que deciden en América Latina que país crece y cual no)
¿Algo así como un 35% de presión fiscal con un déficit real de 2%?
Vaya, vaya.......
Y si además logra convencer a la población general de que el camino hacia el progreso está en la institucionalidad eficiente y un equilibrio en las tendencias ideológicas, abandonando de una vez por todas el interminable anhelo popular de una economía estatista y distribucionista mucho más allá de nuestras posibilidades culturales, que nos trae de fracaso en fracaso.
Equilibrio que si tiene apoyo popular, se encontrará con la confianza óptima del inversor foráneo y también, obviamente, local (éste último siempre sigue los pasos del foráneo ya que nunca se decide a arriesgar su capital hasta que el foráneo no lo hace).
Confianza, nada más y nada menos, que en el largo plazo con lo que se podría cerrar el círculo perfecto para el crecimiento real y sostenido en el tiempo.
Única manera de aspirar algún día al desarrollo.
¿Argentina, un país con serías posibilidades de aspirar al desarrollo?.
De nuevo, ¡vaya vaya!...
¡Que fenómeno puede resultar este señor Macri!
Le falta aún lo más difícil, lograr un equilibrio fiscal con disminución de la carga fiscal.
Y más difícil aún, cambiar la ideología predominante que nos lleva de fracaso en fracaso, de populismo en populismo con cada retorno de los incansables "justicieros sociales" (todos los socialismos con nuestra cultura cívica degeneran siempre en populismo).
Pero ¿Y si lo logra?
¡Vaya vaya con Macri!
Un verdadero fenómeno.
Sinceramente, le deseo lo mejor de las suertes en nombre del futuro de mis hijos.

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