Míralo, Zaratustra está ahí. Nadie lo ve pero siempre está (1)

Transcribo esta columna del Sr Stamateas, licenciado en psicología y referente en mi país, para mostrar a los que participan de este blog cómo siempre se lo tiene a Zaratustra (instinto protagonista del blog) delante de nuestras narices y sin embargo nadie lo ve.
Solamente se percatan de algunas consecuencias de su actividad, pero nunca al instinto que las origina y menos aún perciben la importancia crucial que tiene en distintos ámbitos de nuestra vida en comunidad, algunos de ellos determinantes para nuestro presente y futuro.
Observe.

Aprende a ser envidiado
Bernardo Stamateas

JUEVES 24 DE AGOSTO DE 2017 • 00:47


La envidia es una emoción subterránea. Uno puede decir: "Estoy enojado, estoy molesto", pero es raro que alguien diga: "Siento envidia" (aunque lo diga coloquialmente). Estamos hablando de un malestar que es una suma de tristeza más bronca por el logro de otra persona. El otro es exitoso en determinada área y el envidioso se siente triste y enojado por ello.

¿Cuáles son los mecanismos por los cuales se instala la envidia?

1. En primer lugar, la comparación. La persona envidiosa se mide con el otro. Ve si ese logro lo puede tener o no. Por eso, en general la envidia surge de un éxito en el mismo campo donde uno desea tenerlo. El cocinero compite con otros cocineros, el empresario con otros empresarios, etc. Y esa comparación provoca el análisis de: "¿Yo puedo tener lo que el otro ha logrado?".

2. Como el envidioso tiene baja estima siente que no puede alcanzar el logro ajeno. Eso le genera tristeza, que expresa en asombro y silencio cuando le cuentan algo bueno que le pasó al otro, en bronca, o en una mezcla de ambas cosas. Entonces, recurre a la estrategia clásica de todo envidioso: la descalificación.

3. La descalificación. Si alguien se compra un coche, el envidioso dirá: "¡Que Dios te bendiga y lo disfrutes!" (que quiere decir: "¡Ojalá choques y te prendas fuego!"). Este malestar lo lleva a descalificar el logro: "Ese coche no sirve, no vas a conseguir los repuestos"; o al portador del logro: "Vaya a saber dónde sacó el dinero...". Desmerecer a través del chisme, la burla, la minimización, etc. produce en quien envidia un pseudo alivio interior y la sensación de que no está en falta. Muchas personas, cuando triunfan, generan ellas mismas un fracaso o boicot para perder lo logrado. ¿Por qué? En algunos casos, por culpa ("no me lo merezco") pero, en otros, para no ser envidiados, criticados, apedreados.


La envidia puede aparecer ante un logro mínimo o frente a logros trascendentes. Se puede envidiar el coche, la pareja, la familia (de hecho, muchas infidelidades se debe a dos personas del mismo sexo que compiten por un tercero con el fin de destruir la familia envidiada), la paz y el carácter, entre muchas otras cosas. Suele ocurrir con frecuencia que alguien esté contento en un grupo y sea criticado por alguien que envidia su estado de ánimo.

¿Qué deberíamos tener en cuenta con respecto a la envidia?

a. No contarles nuestros logros a cualquiera. Alegrarnos con el que se alegra es la clave para elegir buenos amigos. Cuando le contamos a alguien que perdimos el trabajo, probablemente esa persona llore con nosotros. Pero si le contamos que conseguimos un trabajo nuevo con una excelente remuneración, habrá que ver si se alegra. Aquellos que se alegran con nuestros éxitos son nuestros verdaderos amigos.

b. Celebrar los logros del otro y transformar la envidia en admiración. En vez de mirar para criticar, podemos preguntarnos cómo lo hizo el otro y pedirle que nos enseñe. "Si vos lo lograste, yo también puedo lograrlo". Este pensamiento se convierte en motivación. Alguien dijo que Dios, a veces, les da las bendiciones a otros para observar nuestra actitud. Todo lo que celebramos en los demás lo acercamos hacia nuestra propia vida.

c. Invertir inteligentemente en nuestro esfuerzo. En lugar de perder nuestro precioso tiempo criticando y cuestionando lo que hace el otro, invirtámoslo en crecer y ver cómo podemos mejorar y superarnos. Nunca nos comparemos. La comparación es veneno, porque alguien gana y alguien pierde. Comprometerse con uno mismo es la clave. Busquemos siempre superar nuestro mayor logro y dar lo mejor de nosotros. Al fin de cuentas, ganarle a alguien es subjetivo y superficial.

En una oportunidad, luego de dar una charla a nueve mil personas en otra ciudad, el expositor que continuaba se me acercó y me dijo: "Muy linda la charlita, Bernardito". Sencillamente le di las gracias y seguí adelante.

Al leer la columna del Sr Stamateas, lo primero que se ignora al no reconocer a la envidia como parte de un complejo mecanismo instintivo, de Zaratustra, es que todos los homo sapiens somos envidiosos así como todos somos ambiciosos.
Y es así porque la envidia y la ambición son dos de las formas en que se expresa el instinto al que llamo Zaratustra, que como tal, está presente en todos nosotros.
Instinto que presiona para que los demás adviertan la presencia de nuestro ego, mostrándonos superiores en el área que sea de nuestro interés, generalmente económico.
Cuando logramos, ambición mediante, la meta impuesta por este primitivo mecanismo instintivo, éste nos reconforta con liberación de endorfinas euforizantes que nos brinda el placer de la "tarea cumplida", de "pertenecer", de ser reconocido como "exitoso".
Y cuando nos vemos superados, el instinto nos presiona para que compitamos y si nos resulta imposible lograrlo, debemos buscar mecanismos de adaptación para mantener un sano equilibrio emocional.
El autor describe a este mecanismo de adaptación con el subtítulo la descalificación. Por ejemplo, "será rico peeeeeerooo, su esposa lo engaña con fulano" y así cuanto defecto sea posible encontrar al "oponente", recordando siempre que son procesos absolutamente subconscientes.
Si logramos una eficiente adaptación mediante la  descalificación que consideramos apropiada, la vida continúa normalmente, pero cuando no nos es posible hallarla, surge la envidia.
Exactamente esa envidia que describe el autor de la columna sin percatarse de que se está refiriendo en realidad a una cualidad del instinto que tanto insisto en difundir y dar a conocer.
Incluso, cuando las diferencias son abismales puede terminar en odio y resentimiento.
Es decir, todos somos envidiosos (o su contraparte, ambiciosos) y depende de nuestra capacidad de adaptación mediante eficientes "descalificaciones" para no caer en lo que conocemos como la envidia.
Ahora bien, aunque parezca que este fenómeno psicológico no trasciende más allá de una anécdota referente a los eventuales envidiosos, en realidad, este instinto es el responsable de los acontecimientos económicos, políticos y sociales más trascendentes de la humanidad entera y me sorprende extraordinariamente que nadie, no solamente no le dé el lugar que debería, sino que ni siquiera lo reconozca.
Es de fundamental importancia comprender que no se trata del carácter limitado a algunos individuos sino que está presente en todos, sumado a, no menos importante, el hecho de pertenecer a la actividad de un complejo instinto y que como tal, no podemos evitar su decisiva influencia en nuestra conducta.
Si entendemos estos conceptos, descubriremos que se trata de un mecanismo que es, nada más y nada menos, responsable del capitalismo como sistema económico que nos conduce y sin opción a otra alternativa (por suerte eficiente) a través de la faceta que se expresa en ambición, que no es otra cosa que el deseo de ser más que el otro (la egoísta ambición que finalmente redunda en beneficio para todos ¿recuerda?).
Y como no podemos evitar su actividad e influencia,  trae como otra consecuencia inevitable, el fracaso de cualquier plan que lo ignore, como el comunismo (y a las pruebas me remito).
También de la preponderancia de las ideas socialistas en cuanto país exista a través de una subrepticia envidia.
De la imposibilidad de contener la contaminación ambiental y el calentamiento global consecuente, de la mano del inevitable capitalismo conducido por la ambición.
O del problema del terrorismo, odio y resentimiento mediante.
Y podría seguir por horas describiendo circunstancias claves para la organización de los pueblos dónde este instinto es un elemento clave.
Todos  vemos las consecuencias de la actividad de Zaratustra pero nadie lo ve a él, principal protagonista de la historia.
Y si desconocemos al protagonista principal ¿cómo podríamos interpretarla cabalmente?
Todos deberíamos conocerlo a la perfección y sin embargo solamente lo conocemos los que participamos en este blog.
Si aún no lo descubrió, sugiero navegar por las entradas de este blog y lo encontrará con detalle suficiente para conocerlo en todo su potencial.

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