EEUU, entre el Realismo y el Idealismo (1)


El instinto protagonista de este blog cuyo descubrimiento, exámen y desarrollo está limitado exclusivamente a este sitio web, apodado Zaratustra, es determinante en nuestra organización social, política y económica.
Tanto como para decidir, entre otras cuestiones, a través de que sistema económico estamos obligados a conducimos, nos guste o no.
Pero, a través de la razón y condicionada por la cultura del pueblo en cuestion, es posible conducir o modular la actividad de este instinto con éxito. Dependiendo de cuánto interviene la razón y de sus resultados se pueden distinguir básicamente tres circunstancias bien diferenciables: Realismo, Idealismo y finalmente utopía (aclarando que es una clasificación limitada a este sitio como no podría ser de otra manera dado que este instinto es descubierto y desarrollado exclusivamente en este blog)
Esta zaga intenta distinguir las diferencias que nos depara si finalmente prevalecen las políticas realistas o idealistas a nivel global dadas las enormes diferencias que se pueden esperar según prevalezca una u otra. La utópica no se analiza por la sencilla razón de que es inaplicable ya que su fracaso está garantizado como ya lo demostraron la URSS y China.
El análisis estará dirigido fundamentalmente hacia las políticas que prevalecen en los dos principales protagonistas de la política internacional actual, me refiero a EEUU y China. De las políticas que de estos países deriven y de su interelación se decidirá sin dudas el futuro del mundo entero.
Si bien es cierto que existen actores secundarios de peso, principalmente el bloque de países desarrollados compartiendo un nivel casi igual a ellos y un poco atrás en relevancia Rusia, irán, India y Pakistán dejando un lugar casi irrelevante a Latinoamérica, África toda y el Sudeste Asiático (éste último por ahora al menos), la "última palabra" la tienen EEUU y China.
En esta entrada utilizo a Trump y sus políticas como ejemplo de lo que entiendo por Realismo y distinguirlo del Idealismo.
Y me refiero únicamente a EEUU porque es de los dos actores principales, el único que tiene dudas sobre la política exterior que finalmente prevalecerá en el futuro, me refiero a si finalmente se inclinará por el Idealismo o el Realismo.
De China y sus políticas no es necesario inmiscuirse, al menos por ahora, porque se sabe que prevalecerá el Realismo por varias décadas por venir. No tanto por elección voluntaria sino porque simplemente no tiene opción a él.
Si observamos las políticas más relevantes de Trump en el  área ambiental con la salida del acuerdo ambiental de París o la política económica con el desplazamiento del multilateralismo al bilateralismo comercial aún cuando son países desarrollados los involucrados o la decisión de disminuir la carga impositiva a las corporaciones o la política de salud con el cambio de paradigma de "salud para todos" por el de "salud para el que se preocupa por ella" y finalmente  en política exterior el apoyo irrestricto a Israel en medio de una crisis en Medio Oriente y la salida del pacto con Irán, se puede afirmar sin margen de error que responde a políticas que se identifican claramente con el Realismo.
Y si se presta un poco de atención se verá que son políticas opuestas a las del gobierno anterior del partido político opositor que se inclinaba a asociar sus políticas a los ideales, al Idealismo.
Pero ¿Qué diferencias hay entre una y otro opción? Y además ¿Qué consecuencias se espera de una u otra elección?
Veamos antes las diferencias entre una y otra posición.
El realismo es básicamente la resignación al control de nuestros instintos (y porque no también de nuestra cultura) sobre nuestra razón y su voluntad en nuestra organización social, política y económica. Mientras que cuando más se impone la razón en nuestras decisiones, más nos acercamos al Idealismo.
Es importante que se intérprete cabalmente este concepto y para ello, utilizar como ejemplo el sistema económico que nos rige es extraordinariamente útil para transmitir de la manera más clara lo que entiendo por Realismo e Idealismo.
A través del blog describo más de una vez cómo nuestro sistema económico que nos provee nada más y nada menos que los bienes y servicios para nuestra subsistencia se basa en la actividad de un instinto (bautizado Zaratustra en este blog) que busca incansablemente destacar nuestro ego ante los demas, habitualmente utilizando como método preferido para ello la exposición de riquezas iguales o superiores a las de los demas.
De este mecanismo derivan los emprendedores y con ellos los empresarios que finalmente se encargan de proveernos con eficiencia los insumos para nuestra supervivencia, competencia mediante.
Alguna vez definido este sistema por A. Smith como el resultado de la actividad de aquella egoísta ambición por obtener ganancias que finalmente redunda en beneficio para todos y que mediante una mano invisible se encarga de distribuirlos eficientemente de acuerdo a la oferta y la demanda.
Esa egoísta ambición no representa otra cosa que el resultado de la insistente presión del instinto Zaratustra para que el individuo satisfaga su capricho, esto es, destacar su ego con las herramientas que mejor considera logran este objetivo, siendo su preferida la económica.
Y como todos sabemos, al depender de un instinto y no de un plan elaborado y programado por la razón, se ven efectos adversos inevitables no deseados como la distribución inequitativa de los ingresos, la exclusión de enormes sectores del globo terráqueo no preparados culturalmente para competir contra aquellos egos que se encuentran en superioridad de condiciones (los países del África negra como los principales perjudicados),  hambrunas brutales vistas en gran parte del planeta mientras no más de 10 individuos acumulan más riquezas que esas decenas de millones de hambrientos entre otros efectos adversos y que nadie sabe cuántos más se podrían describir.
Podría sumar cientos de exigencias a este sistema económico que el más simple de los razonamientos advertiría como evidentemente necesarios.
Pues bien, como se ve, el sistema económico sin intervención de la razón a través de exigencias que el sentido común o la racionalidad puedan ver como necesarios es el paradigma del Realismo y los que adhieren a este ideario consideran que por más aconsejables y razonables puedan verse los consejos de la razón o sentido común, es siempre mejor dejar que siga el instinto sólo conduciendo nuestro destino ya que los resultados serán peores si intentas modificar el rumbo impuesto por él haciendo caso de lo que el más simple de los razonamientos surgidos desde lo que podemos llamar humanidad como entidad diferente a aquello no humano o animal primitivo se considere. Se puede homologar perfectamente a lo que se conoce en las ciencias sociales como Neoliberalismo donde se privilegia la total libertad de acción de esa egoísta ambición y se pregona la mayor ausencia posible de reglamentaciones o trabas a su desenvolvimiento.
Desde una perspectiva económica, un realista siempre preferirá dejar que la egoísta ambición se encargue de decidir el destino de la actividad económica porque considera que toda vez que intentas modificar el rumbo haciendo caso de los consejos de la razón, el resultado será peor al buscado. En vez de soluciones hallarás problemas. No cree que la razón tenga más capacidad de discernir qué es lo mejor para nosotros que nuestros primitivos instintos.
Por ello generalmente sienten pánico cada vez que alguien osa proponer algo que interfiera en su camino.
Sin embargo, muchos pueblos desarrollados nos muestran que dependiendo de la cultura, es posible utilizar lo que la razón aconseja muchas veces. 
Y cuanta mas actividad y presencia existe de los postulados y exigencias de la razón en el sistema, más nos acercamos al Idealismo. Las políticas que utilizan en su organización social y económica los países nórdicos son un claro ejemplo de la intervención de la razón en el planeamiento aunque siga siendo la economía de mercado, es decir Zaratustra, el que sigue teniendo el control central. En economía, por tanto, se puede homologar el idealismo a los postulados de la Social Democracia o Estados de Bienestar.
De estos conceptos se derivan las diferencias entre Realismo e idealismo.
Básicamente cuanto más libertad de acción tiene en la economía la egoísta ambición, menos la razón interviene en la elaboración del plan económico y más realismo predomina. Acá la razón no hace otra cosa que adaptarse de la mejor manera al plan prestablecido. Por suerte, el sistema funciona bastante bien.
Tan bien que ha inundado tanto de bienes y servicios a una sustancial parte del planeta como para poner en riesgo el equilibrio del ecosistema global. Dicho sea de paso.
En el medio, en el amplio marco del Idealismo, tenemos a lo que asociamos con la social democracia o progresismo donde se busca intervenir en el proceso económico conducido por Zaratustra dando lugar a lo que la razón más simple muchas veces puede y debe sugerir. Dejando siempre al instinto como conductor general pero bajo determinadas reglas y condiciones, como presiones fiscales elevadas para distribuir ganancias obtenidas por los emprendedores y empresarios, o beneficios gremiales como horas máximas de trabajo exigibles al trabajador y otros innumerables derechos adquiridos que no son otra cosa que la imposición con éxito de la razón, del idealismo al fin, sobre Zaratustra, sin haber alterado el sistema primigenio (fácil de advertir la intrusión de la razón en la economía conducida exclusivamente por nuestros instintos si se compara la situación de los trabajadores en los inicios de la revolución industrial respecto de los trabajadores actuales de Europa desarrollada)
Y finalmente, la utopía, la política económica en la que se intenta eliminar a la egoísta ambición, a Zaratustra, de la conducción del  sistema y que lo conocemos como comunismo. Este sistema inevitablemente fracasa por la sencilla razón de que no tenemos manera de eliminar la influencia de nuestros instintos en nuestros actos y por tanto tampoco en nuestra organización social y política -"El comunismo y su enemigo imbatible"-.
Solamente podemos modularlos o regularlos, pero jamás eliminarlos (siempre me parece adecuado poner al instinto sexual de ejemplo, podemos conducirlo y regularlo pero jamás eliminarlo de nuestras vidas).
Ahora bien, como no está en duda el sistema económico a conducirnos por lo menos en el presente siglo, pero dependiendo de la inclinación ideológica que se imponga se observan diferencias fundamentales, así también puede variar la política exterior o la política ambiental entre otras y variar también los resultados que pueden ser determinantes para nuestro futuro dependiendo de si prevalecen las tendencias idealistas o realistas. Sobre todo porque las consecuencias pueden ser mucho más marcadas que en el ámbito económico.
Así como en el ámbito económico el realista cree que hagamos lo que hagamos, nuestros impulsos seguirán conduciendo nuestro destino y nada hay que podamos hacer para cambiarlo, por tanto mejor adaptarse a él antes de cometer errores que pueden costar caro, en política exterior es facil advertir que seguramente considerará que ante cualquier postura que asumas debes tener presente siempre este precepto: nuestros impulsos prevalecerán siempre y en cualquier lugar sea.
De aquí a desconfiar de cualquier plan que intente cambiar el rumbo que nuestros instintos determinen hay un corto paso.
Desconfiar de las buenas intenciones de los demás si nuestros instintos siempre han ido por la conquista, el dominio, la competencia, la coerción, el sometimiento, el aprovechamiento de la debilidad del otro toda vez que oportunidad tuvo, de la destrucción a quien ven como una amenaza, es muy fácil que suceda. De hecho así actúa un realista, desconfiando de los demás siempre y priorizando los intereses propios sin importar las consecuencias de ello en los demás.
Pero para el idealista, buscar que la razón se interponga en nuestro camino lo ve como una obligación ya que todos conocemos lo bueno de la actividad de nuestros impulsos, pero también lo malo ¿Entonces como no intentar evitarlo?
Se deduce de acá que un idealista buscará siempre encontrar el camino de la confianza y la concordia y así evitar los efectos indeseables de la conducción instintiva aportando lo que nuestra humanidad puede hacerlo. Asumir riesgos si es necesario inclusive.
El objetivo final: paz para siempre.
Y finalmente, desde esta perspectiva, el utópico considera que la razón es capaz de tomar todas las decisiones independientemente de lo que la fuerza de nuestros instintos y de nuestra cultura posean para obstaculizar los resultados esperados.
El utópico definitivamente fracasará y ante ellos debemos estar siempre advertidos porque los resultados entonces sí siempre serán peores a los esperados.
Las próximas entradas de esta zaga estarán orientadas a examinar cada una de estas áreas de la política del homo sapiens dependiendo de si se impone el Realismo o el Idealismo.

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