IA y el fin de la eterna tiranía de nuestras pasiones e instintos

Copio una respuesta (modificada y arreglada) a un comentario de un amigo, escrito en un foro de un blog de un reconocido intelectual, porque me parece interesante compartir la idea expresada, en este sitio.
Veamos:

Manuel

de que nada era mejor que saber, que no debía pasar un solo día sin haber aprendido algo
importante, y que “es necesario que los niños no vean, no toquen, no piensen en nada que no sepan explicar. Para eso se publica La Edad de Oro”.

los niños y los adultos, digo yo.

130 años después de escribir eso, la tendencia sigue siendo
en sentido opuesto: cada vez queremos saber menos.
Todo se lo iremos dejando a la IA (inteligencia artificial) que lo hace todo mejor que nosotros.
¿Y nosotros? ¿Estaremos construyendo el Comunismo sin
darnos cuenta?
Eso parece. Si la IA hacen todo, se acaba el trabajo, y se cum-
pliria la premisa Comunista: a cada cual según su necesidad,
de cada cual según su capacidad. Trabarán un puñado de personas.
El resto, ¡a vivir la vida!
Lo gracioso es que se está llegando via Capitalismo virtuoso,
no via Socialismo como han dicho los teóricos marxistas

REPLY

razonvsinstinto

¿Sabe qué es lo más irónico y paradójico amigo Manuel?
Que de cumplirse sus predicciones sobre la IA, ésta terminaría tomando las decisiones “inteligentes”, sensatas, o las que el más simple del sentido común puede aconsejar, para la vida económica, social y política de los pueblos (probablemente ayudada por esa tendencia de nuestra naturaleza humana a dejar que otro lo haga por nosotros). Decisiones que la IO (inteligencia orgánica) no ha sido capaz de tomarlas en más de 5.000 años de registros históricos tenemos de su actividad.
Es decir, dado que nuestra razón o inteligencia humana, a pesar de evidente es el camino lógico por el que debería conducirnos, nos ha llevado por el de las Guerras Mundiales, por el de las Guerras Frías, por el de las Cubas y Venezuelas, por las China's de Mao o el de la dictadura explotadora y expansionista actual, por el de una India de más de 1.000 millones de individuos sumidos en la pobreza absoluta, por el de un África toda perdida y abandonada a la miseria y los genocidios creyendo que con ello encontrarán su verdadero destino, por un Oriente Medio y Próximo haciéndoles creer que un tal Alá les dice lo que realmente importa en sus vidas y para eso la desaparición de Israel junto a  la civilización occidental es una necesidad imperiosa y también por suerte, evidentemente solo por suerte, en algunas regiones, escapando de la locura, nos conduce por un camino más o menos razonable.
Nuestra razón o inteligencia humana no ha podido conducirnos por el camino del sentido común, de la lógica elemental, de la racionalidad más simple posible, porque siempre se vió superada por los caprichos de nuestras pasiones e instintos primitivos. Pasiones en busca del poder, del control sobre el otro, del dominio de unos sobre otros, de la competencia a como de lugar sin importar si se beneficia uno o todos o si al fin todos salen perjudicados ya que da igual para ellas, para nuestras pasiones, el resultado final mientras sean satisfechas en sus aspiraciones
¿Qué es la corrupción generalizada que corroe hasta la médula y pudre en vida los cuerpos sociales en casi todos los rincones del planeta, sino el dominio de nuestras pasiones e instintos sobre lo que entendemos como razón o inteligencia?
O eso que llamamos Realpolitik ¿Qué otra cosa es que no sea competencia por dominar si no quieres ser dominado, como si de manadas de chimpancés en busca del control de un maldito bosque se tratara?
Finalmente podríamos encontrarnos algún día ante la parodojica situación en la que la Realpolitik, la ley del más fuerte, el imperio de las “leyes de la selva”, no será vencida por nuestra inteligencia, sino por otra inteligencia que, paradójicamente, habremos creado nosotros para que ella decida que debemos hacer  y así, por fin, lograr el tan ansiado bien común. Encontrar de una vez por todas el sendero del progreso y la felicidad de los pueblos, tan buscado por cuántos pensadores, intelectuales y políticos de bien han intentado conducirnos sin éxito alguno.  Mancomunados y sometiendo mientras tanto a nuestra incapaz inteligencia orgánica, dominada siempre por nuestras pasiones y caprichos derivados de instintos primitivos y que no cesan de hacernos daño, a las decisiones tomadas por un software.
Dar, finalmente, el mando a una inteligencia capaz de abstraerse de intereses mezquinos y pasionales. Abstraerse de las ansias de poder, de dominación, de superación de unos sobre otros sin nada que ponga límites a estas acciones derivadas de pasiones o pulsiones, tan primitivas como la de matar a millones de individuos porque son judíos o porque pertenecen a una tribu diferente o porque piensan que el comunismo no es el ideal de la humanidad. 
Locuras totales como si endemoniados y poseídos por un extraño demonio estuvimos y aún estamos, como cuando leemos que hoy una guerra fría entre Occidente y Oriente está en marcha. Guerra fría capaz de volverse caliente en cualquier momento.
Dar el mando a una inteligencia superior a la nuestra, más eficiente y creada por nosotros mismos. Superior por el sencillo y trascendental hecho de que no estará condicionada por nuestras pasiones e instintos.
¿Será así? ¿Es posible un escenario como éste?