A propósito de los catalanes y el verdadero progresismo

Reproduzco esta columna del Sr Montaner por dos motivos.
Para que el lector obtenga información inteligente sobre lo que sucede en esa región y porque en mi respuesta a un comentario hago un repaso sobre lo que considero el verdadero progresismo que creo es crucial para comprender hacia dónde debemos dirigirnos.
Obviamente, siempre teniendo presente de quién vienen estas palabras.
De no más que un curioso lector, que intuición mediante, cree haber descubierto un instinto fundamental en nuestra organización social, económica y política y que por su ignorancia (excepto los que participamos acá) considera necesario poner a disposición de todos.
Eso intento a través de todo el blog.
Veamos

¿Vamos camino de la independencia catalana?

Por Carlos Alberto Montaner

Escribo este artículo el viernes 29 de septiembre. Es posible que el gobierno nacional español de Mariano Rajoy consiga impedir que el gobierno regional catalán de Carles Puigdemont lleve a cabo el ilegal referéndum secesionista planteado para el domingo primero de octubre. Madrid lleva varias semanas deteniendo políticos y funcionarios catalanes, confiscando urnas y papeletas electorales e imponiendo severas multas.

Es posible, incluso, que se produzca un enfrentamiento armado entre la Guardia Civil, que cumple órdenes del gobierno nacional, y algunos miembros de los Mossos de Escuadra, sus equivalentes regionales. Nadie quiere ese choque, salvo los termocefálicos de siempre que suelen pescar en río revuelto, pero son hombres jóvenes armados, temerosos unos de otros, y la chispa puede surgir en cualquier momento.


También es posible que consigan votar unos cuantos catalanes y, a renglón seguido, declaren la independencia de Cataluña, aunque sea una ínfima minoría, lo que complicaría mucho más la búsqueda de una salida racional. En ese caso, actuaría el ejército y sobrevendría un conflicto de los de Dios es Cristo.

¿Qué se hace? Definitivamente: cumplir la ley. A Rajoy no le pueden pedir que ignore las reglas aprobadas por todos, incluidos los catalanes, que abrumadoramente votaron la Constitución de 1978. Pero, a partir del desenlace de este nuevo episodio, el mismo 2 de octubre, es necesario sentarse a negociar una solución pacífica que necesariamente pasa por modificar la Constitución para que se autoricen las consultas populares, incluso las secesionistas, siempre que se cumplan ciertas condiciones.

Es verdad que España tiene más o menos el mismo contorno desde hace 500 años, como dice Felipe González, pero también es cierto que en ese mismo periodo obtuvo y perdió a Portugal y al Rosellón occitano, bajo soberanía francesa desde 1659, además de los territorios americanos y asiáticos. Los países, sencillamente, son elásticos y ganan o pierden territorios, de la misma manera que los reinos cambian de dinastía, o se transforman en repúblicas democráticas o autoritarias. Es decir: los Estados, como toda creación humana, no son inmutables.

Hecha esta previsible salvedad de Pero Grullo, es conveniente fijar pautas para solicitar los referéndums. Y lo primero es que el voto debe ser obligatorio, aunque con la posibilidad de anular la boleta o votar en blanco. La idea es que una decisión de esta naturaleza no la pueda tomar una minoría de votantes. Todos los ciudadanos adultos tienen que participar.

Lo segundo, y muy importante, es que la mayoría debe ser calificada, como son los procesos electorales que deciden cambios trascendentes y permanentes. Tal vez un 60% de los votos puedan inclinar la balanza. No vale la convención aritmética de la mitad más uno porque ese resultado siempre será cuestionado. Un 60% parece ser una mayoría suficiente.

Y, tercero, el resultado debe ser validado en un segundo referéndum, celebrado al cabo de cinco años, para estar convencidos de que el cambio no ha sido decidido por factores coyunturales o por un arrebato generado por un demagogo de feria. Esta sería la forma segura de no jugar frívolamente con el futuro de las generaciones venideras, como ha ocurrido en Gran Bretaña con el Brexit del que hoy se arrepiente la mayoría.

Y luego viene el problema del “derecho a decidir”. Supongamos que cualquiera de las diecisiete autonomías de España puede pedir esa consulta. Pero esas comunidades están divididas en provincias que tienen sus derechos. ¿Qué sucede si Tarragona, una de las cuatro provincias catalanas –Barcelona, Lérida, Gerona y Tarragona- vota por permanecer en España y no sumarse al Estado catalán? ¿Qué ocurre si Álava opta por España y no por el País Vasco, separándose de la voluntad independentista de Guipúzcoa y Vizcaya?

Esto no es ninguna tontería. El politólogo alemán Volker Lehr ha advertido, medio en broma, medio en serio, que, si Cataluña declarara su independencia, una parte sustancial del Valle de Arán, en los confines de Lérida, unas 10,000 personas, preferirían adscribirse a la limítrofe autonomía aragonesa, territorio claramente español. No sería razonable invocar el derecho a decidir de los independentistas catalanes y negárselo al resto de los ciudadanos de la misma región.

A lo que se agrega el temor de otras regiones a la invocación de una supuesta “gran Cataluña” por parte de un estado independiente. Esa es la situación de muchos valencianos y mallorquines, culturalmente afines a Cataluña, aunque históricamente diferenciados. A lo que temen no es al nacionalismo español, sino al catalán. Por eso sugieren que en cualquier negociación sobre el derecho a decidir de los catalanes, se tenga en cuenta la voluntad de los otros miembros de la familia.

En estos tiempos postmodernos de la globalización a mí me resulta absurda la independencia catalana, aunque provengo de una familia de ese origen por los cuatro costados, pero pienso que es preferible crear un procedimiento civilizado de decidir la cuestión, que liarse la manta a la cabeza y acabar a tiros. Debe ser que he heredado algo del seny catalán. Esa sensatez de la que ellos tanto se enorgullecen y a veces parece faltarles a muchos.


Humberto
30 September 2017 at 9:59 pm
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52- Ser dueños de este planeta, no significa dividirlo más.
http://humbertomondejargonzalez.blogspot.com/2014/09/ser-duenos-de-este-planeta-no-significa.html
………….
No hombre, la lucha de las fuerzas progresistas en este siglo XXI es totalmente la contraria a tu tesis; lo que hay es que unir mas y mas los países, hasta que desaparezcan las fronteras y exista para los humanos un solo país, el planeta tierra y un solo gobierno, el sentido común.
….
Lo único que consiguieran en el siglo XXI los tontos que se dividen, sera ser menos influyente, mas vulnerables y pobres. La ciencia actual no te permite desarrollarte sin multimillonaria inversiones venidas de grandes gobiernos centrales.
La otra lucha de los fuerzas progresistas en este siglo XXI es acabar con las dictaduras de Cuba, Venezuela, Arabia Saudita, Irán, China, Rusia y Corea del Norte; para después concentrarnos, juntar nuestros votos en los países donde hay democracia, elecciones libres, en derrotar la ideas de capitalismo salvaje, concentrarnos en construir el socialismo de verdad, no la caricaturas genocidas del siglo XX que usaban esa palabra para sus intereses de perpetuarse en el poder.
………..
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razonvsinstinto
1 October 2017 at 12:08 pm
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Exelente su comentario, coincido en cada palabra.
Pero permítame profundizar el concepto “socialismo de verdad” dado la amplitud del concepto y dar mi opinión sobre su verdadero significado desde mi particular posición ideológica.
Para mí, socialismo de verdad es sinónimo de “verdadero progresismo”.
Y el verdadero progresismo se presenta allí dónde la razón se impone a nuestras pulsiones o instintos en la toma de decisiones, sean políticas o sociales o económicas.
El instinto pide competencia, superar al otro, destacarse, imponerse y en el ámbito económico, cuando éste se impone en las políticas utilizadas, es sinónimo de lo que habitualmente asociamos a los términos capitalismo salvaje o bien neoliberalismo.
Que no significan otra cosa que “dejad que la egoísta ambición de superar a los demás, finalmente redunde en beneficios para todos mediante la producción de bienes y servicios que después se “derramará” al resto de la sociedad una vez “llena la copa” de los egoístas.
Si bien desde una “lógica básica” no debería haber inconveniente alguno para que aquel que quiera ser tan rico como le de la gana, finalmente lo sea, cambia la ecuación si incorporamos en este análisis al instinto. Entonces la lógica o razón comienza a “flaquear” y termina siendo no más que un aliado incondicional de nuestros primitivos impulsos en este proceso.
Profundizo porque de una correcta comprensión de esta temática depende la interpretación correcta de lo que intento trasmitir.
Si bien es absolutamente cierto que el sistema conducido por este principio basado en la egoísta ambición es extraordinariamente productivo cuando se la deja actuar sin trabas, también es cierto que la ausencia de ellas implica necesariamente desigualdades sociales incompatibles con un orden sostenible en el tiempo.
Y la ausencia de este requisito (orden sostenible en el tiempo) imprescindible para un futuro previsible, próspero y en paz es producto también de nuestros instintos, de hecho del mismo que busca destacarse mediante la egoísta ambición o codicia.
Lo hace porque así como está presente en cada uno de los individuos que logran obtener los objetivos de esta pulsión o instinto, es decir en los ricos y poderosos, también está presente en el más desafortunado de los individuos, en EEUU o en el último habitante de Ruanda.
Y la respuesta de este instinto ante la situación de inferioridad, es buscar los mecanismos legales (reivindicaciones sociales desde dentro del sistema) o ilegales (revoluciones violentas) para posicionarse competitivamente en el sistema.
Más desigualdad, más probabilidades hay que el método buscado sea por medios no institucionales o legales.
Como se comprenderá, partiendo de estos principios (demostrables una y otra y otra vez a lo largo de toda nuestra historia), la previsibilidad, el equilibrio, el sentido común sin imposiciones de poder, la confianza en una paz perpetua es imposible pensarla si dejamos actuar sin límites a nuestros instintos en nuestra organización económica.
Los conflictos, una y otra vez se presentarán más tarde o temprano.
La desigualdad social tiene límites soportables por las mayorías y cuando supera ese límite, el conflicto llega.
Por lo tanto, si dejamos de lado al liberalismo económico sin trabas como la opción más racional para conducirnos, debemos buscar un sistema que evite desigualdades marcadas que sean incompatibles con la “paciencia” del instinto, que si bien busca diferenciarnos, también presiona para que los afortunados no saquen ventajas que puedan impresionar como un riesgo para nuestra seguridad (recordar siempre que son procesos subconscientes).
Obviamente debemos dirigirnos a un sistema que distribuya los recursos de la manera más eficiente posible.
Distribución que, dicho sea de paso, no solamente sirve para controlar a través de la razón a este primitivo mecanismo, sino también porque la razón o sentido común más simple lo aconseja ¿O no es absolutamente irracional que unos pocos individuos posean la misma riqueza que el 50% de la población mundial entre los que se encuentran millones de niños hambrientos como muchos estudios sociales lo demuestran?
¿Para que quieren acumular semejantes riquezas si no es para satisfacer pulsiones tan primitivas como el homo sapiens mismo? 
¿No es exactamente eso lo que descubrió Gates al decidir donar su inmensa fortuna, cómo "razonablemente" lo hicieran otros?
¿No es acaso extraordinariamente más racional producir y distribuir de acuerdo a méritos pero asegurando la convivencia en paz y la provisión de medios de subsistencia para todos?
¿Por qué tolerar en un sistema racional, el hambre de millones o la pobreza descarnada en tantos otros?
¿Por qué dar por asumido que es inevitable enfrentar estas situaciones?
¿Que duda cabe?
Sin embargo, hay un enorme “pero” en los planes del socialismo.
Este pero está en los límites que nos imponen nuestros instintos.
Límites infranqueables.
Así como no nos permite diferenciarnos demasiado, tampoco, paradójicamente podemos evitar su actividad e inevitablemente tenemos que tolerar determinado nivel de diferencias sociales.
La prueba más cabal de éste límite infranqueable se llama comunismo.
¿O acaso no es racional por donde se lo miré el sistema comunista sí pudiera ser llevado a cabo como se planifica?
(En “el comunismo y su enemigo imbatible” en razonvsinstinto.blogspot profundizo ésta idea para el que le interese comprender en profundidad la inviabilidad del comunismo conducido por nuestros instintos).
Es por ello que, aunque no podamos prescindir de nuestros instintos en nuestra organización económica, la razón debe guiarlos, conducirlos y aprovechar sus facetas constructivas y evitar las destructivas (que son muchas, entre ellas los desencadenamientos de una guerra tras otra conducidas por su expresión a través de la codicia, entre otras).
Debemos distribuir y conducir hasta donde el instinto nos permita.
Así como las desigualdades encuentran un límite en el instinto, también el voluntarismo lo tiene.
Seguramente a medida que progresemos, nos acercaremos más a lo que conocemos como el sistema comunista, pero estoy seguro que jamás llegaremos hasta allí sin que nuestras pulsiones terminen degenerando todos los proyectos y finalmente degeneren en canibalismos en su máxima expresión como lo vemos hoy en Cuba o Corea del Norte.
Llegado a este punto, los pasos a dar parecen sencillos, solamente debemos buscar que nos conduzca los planes distribucionistas, equitativos y lo más racionales posibles respetando ciertas limitaciones impuestas por nuestras pulsiones.
Sin embargo, estos sistemas requieren justamente de la actividad y participación de la razón en su conducción ya que sin su intervención, los planes a menudo degeneran en aberraciones que muy bien conocemos los latinoamericanos a través de nuestros populismos corruptos e improductivos que terminan degradando a las sociedades en mucho mayor cuantía que cuando dejamos a la “egoísta ambición” se exprese en todo su potencial. 
Ahora bien.
La intervención de la razón en la organización de las sociedades se expresa a través de la eficiencia de las instituciones.
Si éstas son eficaces, la razón participa y distribuir es posible.
Más cuánto más eficientes son.
Aquí aparece el otro gran protagonista de nuestra historia en la organización social de los pueblos, me refiero a la cultura.
Aquellos pueblos cuya cultura hace a los ciudadanos apegados al cumplimiento de las normas y reglas, respetuosos de los derechos de los demás, responsables ante sus obligaciones ante los demás y el Estado (cultura colectivista), las instituciones funcionan como se planea lo hagan.
Lo opuesto ocurre cuando la cultura hace dificultoso el orden y el cumplimiento de los mandatos institucionales privilegiando los ciudadanos sus intereses individuales en contra de los intereses de todos (culturas individualistas).
Es esta cultura justamente la que prevalece en los países subdesarrollados con su máxima expresión en los pueblos de Oriente Medio donde no tienen opción a ser conducidos por brutales dictaduras si quieren mantener un mínimo orden interno para la subsistencia del Estado.
Su cultura individualista les impide totalmente auto gobernarse a través de un régimen democrático.
Finalmente, de lo expuesto por mi particular interpretación de los hechos, creo firmemente que debemos conducir las acciones hacia la búsqueda de cambios culturales hacia actitudes colectivistas en aquellos pueblos con culturas individualistas y arraigar esas costumbres y hábitos donde ya están presentes.
Y en cuanto al sistema ideal, el “verdadero progresismo”, ir hacia un socialismo capitalista donde la razón se imponga y aproveche las facetas positivas de nuestras pulsiones que inevitablemente conviven y convivirán con nosotros mientras sigamos perteneciendo a la especie homo sapiens y evitar las facetas negativas de su inevitable actividad.
No tengo dudas de que el “verdadero progresismo” lo vemos hoy en los países desarrollados de Europa.
La actitud de los catalanes, que no es otra que dirigida por el individualismo ya que su único interés es no aportar más dinero del que reciben al estado español, sin dudas no aporta absolutamente nada al progreso de los pueblos.
Solamente si se hace por los métodos institucionales conducidos por la verdadera razón como lo expresa bien el Sr Montaner, será al menos aceptable.

  Lorenzo Rodolfo
1 October 2017 at 3:17 pm
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Eso de que desaparezcan las fronteras y que exista un solo país, regido por un solo partido y gobierno al que todos tienen o deben pertenecer y obedecer , etc., es lo que planteaban Marx y el resto de las sabamdijas comunistas. Sin embargo, en la URSS nunca se logró y en vez de desaparecer el Estado, este fue fortalecido y se inmiscuyó totalitariamente en toda la vida de los ciudadanos, que vivían bajo el terror establecido por el partido cpmunista y la policía política., etc. Además, ¿de que capitalismo salvaje habla Ud?. Los únicos que conozco hoy son los capitalismos de Estado que se practican en la China comunista, Vietnam, la actual Rusia neo-comunista de Putin y algunos paisetes de mierda en continentes de mierda, como Africa, partes de Sur América, la India, etc. o en estados fallidos como Cuba, Venezuela, México, etc. que lo son por razones políticas, de inmensa corrupción, indolencia ciudadana, etc. Habla Ud. de socialismo de verdad, pero no fue ese socialismo el que implantaron Lenin, Stalin y el resto de los malnacidos en Rusia, Europa del Este, China, Cuba, etc. Deje esa estupidez fanática del socialismo verdadero, que ni siquiera la social democracia ha servido para nada más que quebrar economías, promover la burocracia, la eterna corrupción, etc. con aquello del Estado de Bienestar, etc. A otro perro con ese hueso. El capitalismo democrático desarrollado ha sido, es y será el sistema económico, político y social más dinámico, avanzado, justo y revolucionario de todos los tiempos de la humanidad, y lo ha demostrado desde mediados del siglo XIX hasta hoy. El único sistema que se autoregula, se automodifica y se adapta a las cambiantes necesidades de la humanidad, que crea la suficiente riqueza y que permite distribuirla de acuerdo con el trabajo y participación de cada cual. En este sistema capitalista altamente desarrollado, que continuamente se mejora a si mismo, que cada vez produce más riqueza y progreso general, si será posible acabar con la miseria, la insalubridad, el atraso tecnológico y cultural de pueblos que aún la padecen. La miseria ha sido disminuida en el planeta en un gran porciento en la actualidad y no ha sido precisamente gracias al socialismo o al comunismo (este último el más sanguinario, genocida y perverso sistema de todos, aún peor que el nazismo), sino al capitalismo desarrollado, del cual Marx y Engels, Bernstein y Luxemburgo (socialistas ellos) y todo el resto de los “tarúpidos” jamás lograron visualizar ni entender. Será el capitalismo, la propiedad privada, la economía de mercado, la libertad económica, la democracia y el estado de derecho que el capitalismo promueve continuamente, etc. los que lograrán que el mundo sea una panacea en un futuro ya no muy lejano. Pero esto no sucederá hasta que las ideas socialistas, comunistas y fascistas (todas estas ideologías son primas hermanas) desaparezcan del planeta y sus promotores y líderes sean exterminados como se extermina la mala yerba. No veo otra solución en el futuro.
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razonvsinstinto
1 October 2017 at 5:52 pm
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Lorenzo Rodolfo,sobre el liberalismo económico sin trabas a veces mal mencionado como capitalismo salvaje o bien como neoliberalismo, es decir aquél sistema económico dónde el estado se limita únicamente a dar garantías a la propiedad privada y la seguridad entre otras pocas funciones básicas dejando a la libertad de mercado todas las responsabilidades de proveer nuestros medios de subsistencia y organizarnos socialmente, no tengo dudas que tiene una enorme capacidad para generar bienes, servicios, adelantos tecnológicos extraordinarios, más un largo etcétera.
La creatividad del hombre se expresa en todo su potencial cuando le das libertad para hacerlo.
El deseo de destacarse cuando no encuentra trabas hace maravillas.
Pero tiene un enorme problema a enfrentar, y es la desigualdad que genera.
Que 100 individuos posean más que 3.000 millones de habitantes es una prueba cabal de ello (y esto teniendo en cuenta que en ningún país del planeta se practica esta política sin traba alguna)
Aún así y más allá de que es difícil encontrar argumentos contundentes que prueben que está mal ser tan rico como a uno le de la gana (al menos yo no encuentro uno) el problema está en que las mayorías jamás aceptarán sean éstas políticas las que rijan su destino.
Lo prueban en cuanto país se inmiscuya.
¿Ud cree que en China aceptarían a su gobierno si estos se declarasen neoliberales en vez de comunistas?
En Rusia o en cuanto país busque, para cualquier político sincerarse y declararse adepto a las leyes del libre mercado sin trabas es un suicidio político.
La palabra neoliberalismo es como nombrar a Satanás.
En Latinoamérica solamente acceden al poder gobiernos moderados promercado abierto solamente después de las catastrófes dejadas por cada populismo que pasa como si huracanes fueran.
Pero siempre bajo un disimulado manto de progresismo.
Incluso, toda vez que logran equilibrar la economía, los adorados socialistas nuestros de cada día vuelven al poder.
Solamente observe lo que sucede con el PRI en México y se sacará seguramente toda duda de lo que intento trasmitir.
El homo sapiens no tolera grandes desigualdades.
Y un sistema que trae consigo el rechazo mayoritario dudo sea el ideal para conducirnos.
Solamente en EEUU es posible ver un grado de aceptación de estas ideas y dudo mucho persista por mucho tiempo más.
Su rechazo a las políticas del bienestar practicado por los países europeos no parecen tener mucho fundamento.
Son países con una calidad de vida envidiable para cualquiera que no tiene el privilegio de vivir allí.
Excepto EEUU, todos los países desarrollados practican un poco más o menos de lo que conocemos como progresismo o socialismo capitalista y creo que les va muy bien.

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