Porqué insistimos en fracasar

A través de todo el blog trato de transmitir la decisiva importancia tienen en la organización y progreso de los pueblos dos variables claves, una de ellas ya conocida por muchos en el "mundo" de la literatura y la otra limitada su mención exclusivamente a este sitio, me refiero a la cultura y a la ideología predominante definida ésta última por nuestras pulsiones o instintos. Especialmente por el instinto protagonista del blog al que bautizé con el pseudónimo Zaratustra.
Instinto que, como todos los que visitan este sitio saben, nos presiona para que destaquemos nuestro ego ante los demás, y en caso de que no sea posible,  encontremos los mecanismos psíquicos de adaptación para mantenernos competitivos y en equilibrio emocional evitando sentimientos de inferioridad -ver "Presento a Zaratustra, el protagonista del blog y del libro" y la zaga "Míralo, Zaratustra está ahí. Nadie lo ve pero siempre está"-.
"Zaratustra odia" sentirse inferior a los demás, por ello, insistente y subconscientemente busca las maneras para que las diferencias se achiquen toda vez que oportunidad tenga.
Y cuando trasladamos este primitivo y vigente mecanismo al mundo de las ideas, siempre inclina a los individuos a adoptar aquellas acordes a sus objetivos. Básicamente ideas que eviten diferencias de capacidad económica. Si sumamos a esta ecuación el hecho de que en la enorme mayoría de los ciudadanos, la elaboración de las ideas no cuenta con el volumen de información necesario para llegar a conclusiones basadas en evidencias suficientes, más el hecho de que naturalmente los menos favorecidos económicamente siempre son muchos más que los afortunados, se genera el ámbito ideal para que las ideas que promueven la igualdad social siempre prevalezcan en la mayoría de los ciudadanos. Mucho más trascendente se vuelve la existencia de este fenómeno si sumamos el hecho de que al basarse la ideología en datos y elucubraciones producto de las presiones a las que nos exponen nuestras pulsiones, por más pruebas irrefutables puedan oponerse a las ideas distributivas e intervencionistas conocidas genéricamente con el término socialismo (comunista o no comunista), ellas igualmente siempre terminan imponiéndose y persistiendo. No hay razonamientos o pruebas que aunque muestren claramente que las políticas opuestas son muchísimo más conveniente, logren hacerlos cambiar de postura ideológica. 
Inflación crónica destructiva, corrupción generalizada, desorden estructural inviable para cualquier sociedad que quiere progresar, ineficiencias insolucionables, más todos los problemas que todos conocen y se saben prácticamente inevitables toda vez que son puestas en práctica las políticas igualitarias, nunca son suficientes para que esa predisposición al ideario socialista cambie.
La responsable de este obtuso e insistente posicionamiento ideológico es, paradójicamente, la razón; pero la razón encargada de encontrar las maneras de satisfacer las intenciones u objetivos de nuestros instintos o emociones, específicamente los de Zaratustra.
Esta esclava y obediente razón instrumental no solamente busca las maneras para lograr los objetivos instintivos, sino también las excusas que sirvan después para que mantengamos la voluntad de insistir en conseguir lo buscado aunque los fracasos se repitan unos tras otros.
Y para esta tarea, su eficacia es extraordinaria. Con observar como trabaja con los que aún creen en el comunismo como el sistema ideal, alcanza y sobra para entender este concepto. Escuchar a energúmenos defendiendo las políticas de Venezuela es un "recontra sobrado" ejemplo de ello.
En Argentina, la "justicia social" del peronismo dejó después de 70 años un país desvastado y archi corrupto por lo que si la razón libre de presiones emocionales decidiera sobre nuestras ideas, el peronismo no debería tener jamás más de un 2% de aprobación de la población. Sin embargo, aún está en condiciones de ganar las próximas elecciones presidenciales de este país.
Eva Perón, con sus gestos de desprecio hacia las damas de la burguesía (aunque ella vestía con más opulencia que todas), conseguía ser amada por todo el pueblo mostrándonos así la fuerza de Zaratustra para movilizar a los ciudadanos. Es paradigmático, tanto como la idolatría hacia Cristina Fernández de Kirchner, vistiendo carteras de Luis Vuitton mientras despotrica al "codicioso rico y capitalista" amigo del "imperialismo usurero norteamericano".
Es necesario aclarar que, como insisto una y otra vez, el socialismo no comunista, no solamente es una buena idea, sino también aconsejable toda vez que observamos como viven los países que lo practican en el norte europeo, pero también es imprescindible saber que es necesario contar con la cultura adecuada para su buen funcionamiento.
Insisto una y otra vez que sin la colaboración de la cultura adecuada, todos los intentos socialdemócratas terminan en nuestros conocidos populismos, desastrosos, corruptos hasta la médula la mayoría de las veces, y lejos de cualquier noción de Estado de Bienestar podamos tener.
Y que por este motivo, las políticas más eficientes, dadas nuestras limitaciones culturales, son aquellas en las que menos participación el Estado tiene en la economía.
Soy un convencido de que si la mayoría de los ciudadanos latinoamericanos apoyasen las bondades de las políticas genéricamente englobadas con el término liberales, permitiría su utilización y, más importante aún, su continuidad en el tiempo con lo que gozaría de la absoluta confianza del ambicioso emprendedor. Y cuando éste encuentra el ámbito ideal para desarrollarse, los milagros económicos llegan.
Crecimiento sostenido y generación de trabajo con alta productividad asociada, son algunos de ellos sacados de una larga lista (hoy China lo está demostrando toda vez que el codicioso cuenta con el apoyo irrestricto, no de la voluntad popular, pero si del régimen autoritario de gobierno que se lo ve con la fortaleza suficiente para susbsistir por décadas por venir con la consecuente confianza de los emprendedores que perciben esa condición del régimen).
Por supuesto que conlleva aceptar diferencias sociales importantes, pero ¿Qué importancia real tiene si finalmente es provechoso para todos aunque unos pocos sean muy ricos mientras muchos otros solo posean lo suficiente para una vida digna? La verdad es que ninguna importancia, salvo por el hecho de que Zaratustra no lo tolera y como éste es un instinto, no podemos evitar su actividad, lo que explica lo extraordinariamente difícil es prescindir alguna vez de las ideas socializadoras.
Siempre están, y si se van, lo hacen un cortisimo periodo de tiempo para después volver con las mismas fuerzas que antes. Lamentablemente, en Democracia (el mejor y único sistema en el que deseo vivir yo y así también quiero para mis hijos aunque sea un sistema imperfecto pero el menos imperfecto que existe por lejos) se debe hacer lo que la voluntad popular quiere. Y como nada hay que convenza a las mayorías que el dirigismo económico y el estatismo están condenados al fracaso dada nuestra condición cultural, debemos resignarnos a volver a insistir una y otra vez con el igualitarismo dominados por nuestras emociones e instintos. Especialmente por Zaratustra. Pues bien, así nos va. Peronismo y priismo eternos por nombrar dos ejemplos muy claros.
Si queremos encontrar la senda hacia el progreso solamente nos queda esperar a que algún día cambie una de las variables mencionadas al inicio del post: la cultura o la ideología predominante.
Apostaría a esperar un cambio cultural antes que un cambio ideológico.
Cambio cultural que haría cambiar drásticamente el resultado de las políticas socializadoras, distribuidoras de los ingresos, voluntarista y dirigista. Cambiaría el resultado de Populismo a Estado de Bienestar.
Una diferencia abismal.

Esta entrada tiene como objetivo dar las pruebas que permiten aseverar mis ideas y para ello transcribo un estudio recientemente realizado por prestigiosas universidades donde muestran que a pesar de los desastres experimentados con estas políticas, una de esas experiencias muy próxima en Argentina que dejó una pobreza del 32%, aún así insisten los argentinos en mantener su posición ideológica, dejando para una minoría que no supera el 20% de la ciudadanía la posibilidad de apoyar políticas liberales que deberían imponerse fácilmente si nos abstuvieramos de las intenciones e insistentes presiones de nuestros Zaratustras.
Obsérvese:

"Seis de cada diez personas creen que el rol del Estado es clave para el desarrollo El Estado en buen estado 
Una amplia encuesta del Centro de Estudios Metropolitanos (CEM) revela que más del 60 por ciento de los habitantes del AMBA sigue con atención los temas políticos y, a pesar de los esfuerzos oficiales, ven al Estado como actor fundamental para el desarrollo económico del país y el combate a la pobreza. Menos del 20 por ciento deposita su confianza en la iniciativa privada.
Por Raúl Kollmann

Contrariamente a lo que se cree, seis de cada diez personas están interesadas en política, es decir que les prestan atención a lo que se está debatiendo, a las noticias que tienen que ver con el manejo del país, los procesos electorales y lo que pasa en la Casa Rosada y en la oposición. Una proporción similar –seis de cada diez personas– considera que el Estado es el actor fundamental para el desarrollo de un país y para combatir la pobreza.
Los datos provienen de una gigantesca encuesta sobre ciudadanía y valores ciudadanos que se realizó en la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires, un área que mezcla todas las clases sociales y que –según los sociólogos– en el aspecto político es bastante representativa del total del país. Cuando se evalúa qué es para el ciudadano un país mejor, las opiniones están divididas: algunos hablan de justicia, otros de igualdad y, en un tercer lugar más distante, de orden. Por ahora, no se ha perdido para nada el ideal igualitario ni ha crecido la idea de que hay todo en manos del mercado o las empresas.
Las conclusiones surgen de una encuesta realizada por el Centro de Estudios Metropolitanos (CEM), un consorcio en el que participan la Universidad Nacional Arturo Jauretche, la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET) y la Universidad Nacional de Hurlingham. La muestra fue inusualmente grande, 9000 casos en la Ciudad de Buenos Aires y los 24 distritos del Gran Buenos Aires. El trabajo se realizó en colaboración con la consultora Opina Argentina, que lideran Facundo Nejamkis y Andrés Gilio.
Los sociólogos sostienen que en materia de seguridad, CABA y el Gran Buenos Aires tienen una problemática propia, específica, pero en materia de opiniones políticas, representan bien a la totalidad del país. “Pese al cambio radical de modelo producido hace dos años –señala Matías Barroetaveña, quien dirige el CEM– ,la ciudadanía mantiene la visión Estado-céntrica post 2001. Es el Estado, y no el mercado, el depositario de las expectativas de mejora de la situación económica y social”.
Política
En general, se ha sostenido que la política les importa a pocos: sólo una pequeña minoría casi especializada.
La encuesta del CEM, sin embargo, exhibe lo contrario.
No sólo el 62 por ciento de los consultados en el área metropolitana dijeron estar interesados en política, sino que la gran mayoría de ese 62 por ciento (el 40 por ciento) afirmó que está muy interesado. También, en contra de lo que se cree, el sondeo demuestra que los jóvenes son los más interesados: en esa franja, el 67 por ciento de los que tienen entre 19 y 29 años afirman que siguen las cuestiones políticas. Entre los mayores de 60, los interesados bajan a menos del 60 por ciento.
En la otra punta llama la atención que sólo el 10 por ciento dice que no está nada interesado en la política. Es una proporción muy baja, al punto que no es irrazonable evaluar a la Argentina como uno de los países más politizados.
Tal vez explique la diferencia, por ejemplo, con lo que se vió en Brasil, con una presidenta destituida sin pruebas y yéndose de la casa de gobierno con escasa movilización.
Estado
La retórica de que el mercado arregla todo, el concepto de la mano invisible y que hay que reducir el Estado como sea, no tiene gran penetración en la sociedad argentina.
El trabajo del CEM y Opina Argentina demuestra que más del 60 por ciento de los consultados afirman que el Estado es el actor más importante para desarrollar un país y para reducir la pobreza. Cuando a la gente se le pregunta quién tiene el papel principal para reducir la pobreza, casi el 64 por ciento contesta que es el Estado, frente a un 16 por ciento que señala a las empresas y porcentajes muchísimo menores para la iglesia y las organizaciones no-gubernamentales (ONG).
Esto permite ver que no se espera nada de los empresarios y, aunque se pueden apreciar las obras de solidaridad de la iglesia y las ONG, el concepto central es que sólo el Estado y la política pueden equilibrar aunque sea en parte los desequilibrios entre ricos y pobres.
Lo llamativo es que también una sólida mayoría del 62 por ciento considera que el Estado es el motor del desarrollo de un país, triplicando al 20 por ciento que afirma que la clave está en la iniciativa privada.
Es probable que esas opiniones tengan que ver con la “lluvia de inversiones que nunca llegaron” y también con los servicios privados deficientes.
Desde otro ángulo, hay una especie de orgullo tradicional por algunas de las empresas emblemáticas del país: YPF, Aerolíneas, en los últimos tiempos la venta del reactor nuclear del Invap o los satélites Arsat.
Nuevamente impacta que sean los jóvenes quienes tienen una visión más férrea sobre el papel del Estado en el desarrollo y en la lucha contra la pobreza: mientras el 71 por ciento de los que tienen entre 19 y 29 años reafirman el rol estatal, entre los mayores de 50 ese porcentaje baja al 52 por ciento. Finalmente, se le preguntó a los 9000 encuestados qué es lo que entienden por un país mejor, un país con más desarrollo y con mayor bienestar de la sociedad. Las prioridades señaladas por los consultados empiezan con la justicia (37 por ciento), igualdad (29 por ciento), orden (21 por ciento) y libertad (ocho por ciento). Esto indica que se empieza por valores que tienen que ver una mirada social, igualitaria, de distribución de la riqueza.
El CEM decidió indagar un poco más sobre ese 21 por ciento que habla de orden y le preguntó a los encuestados qué es lo que entienden por orden. Una parte minoritaria habló de seguridad y hasta de represión, pero cómo se ha visto tradicionalmente en la Argentina hay una franja –alrededor del 15 por ciento– que suele tener posturas autoritarias.
El CEM detecta esa franja entre los que piden orden. Más allá de la franja autoritaria minoritaria lo cierto es que los dos años de mensaje privatista, anti-estatal, de insistencia en que hay que achicar el Estado, en la población metropolitana la presión político-mediática entró poco hasta ahora.
El ciudadano común no quiere quedar en manos de las empresas y el mercado, sino que sigue viendo al Estado como el instrumento para encabezar transformaciones."


Más claro, échele agua.
Es interesante destacar como el porcentaje de adeptos a las ideas socialistas es mucho mayor en la etapa etaria donde Zaratustra más influye en los individuos, me refiero a la etapa de la juventud.
Creo también necesario comentar que esta encuesta hecha en Rusia o la misma Venezuela o en cualquier otro país subdesarrollado, arrojaría resultados muy similares, toda vez que Zaratustra, al ser un instinto, está presente en cada uno de los homo sapiens que habitan el planeta y por lo tanto, este resultado es necesariamente reproducible. 
Definitivamente, si no consideramos a Zaratustra y a la cultura a la hora de evaluar las opciones políticas y cuáles son nuestras prioridades (obviamente enfocarse en estos temas ignorados por todos), jamás saldremos de este atolladero que lleva ya casi un siglo.

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