Sepa porqué elegimos a ladrones para que nos gobiernen

En Argentina, en época de campaña electoral, imagino a uno de los "apóstoles" del socialismo latinoamericano,  desde el escenario de un acto público multitudinario, alentando a la multitud para que apoyen a su candidata conocida por todos como la que lideró, junto a su esposo, la banda de delincuentes más saqueadora de la historia del país (y no es una exageración para acentuar la idea, sino que literalmente así fue). Me refiero obviamente a la candidata Cristina Fernández de Kirchner.
Recurramos a la imaginación para vislumbrar un acto como éste, para nada "imaginario".

El "apóstol" grita ante el micrófono amplificado por mil y ante una interminable multitud:

_ !Compañeros ¿Contratarías tú de empleada doméstica a una ladrona?!

_ ¡Nooooo! grita la multitud enardecida.

_ ¡Y como administradora de tu empresa ¿Contratarías a una ladrona?!

_ ¡Nooooo! se repite la respuesta.

_ ¡¿Dejarías que tu hija sea íntima amiga de una chica conocida como ladrona en todo el barrio?!

_ ¡Nooooo!

_ ¡¿Le darías tu dinero a una ladrona para que lo deposite en el banco?!

_ ¡Nooooo! Nuevamente la misma respuesta como si una obviedad como esa ni siquiera requiere pregunta alguna.

_ ¡¿Querrías que tu hijo tome por esposa a una ladrona?!

_¡Nooooo!

Hasta que llega la pregunta
_ ¡¿Votarías a Cristina para que sea tu presidente de la Nación?!

_ ¡Siiiiii!

Es evidente que éste fenómeno que vivimos los argentinos con la candidata Cristina Kirchner, conocida por los 40 millones de argentinos como, al menos, integrante de una asociación ilícita que saqueó literalmente el país, no es producto de la actividad racional del votante. Sin duda alguna, el apoyo de una fracción de la población con la que hoy, según encuestas, ganaría las elecciones presidenciales en segunda vuelta, responde a pasiones, sentimientos y emociones y muy difícilmente a lo que podemos interpretar como a la razón.
Si bien son muchos los factores que intervienen en la elección del candidato como egoísmos, ignorancia, etcétera, es necesario admitir que ese apoyo electoral responde preponderantemente a sentimientos o pasiones populares en la mayoría de ellos.
Y si no es en la mayoría, al menos lo es en una suficiente cantidad como para que aquella opción política que no cuente con la ayuda de estas pasiones quede en desventajas decisivas.
¿Acaso alguien cree que un gobierno de centro derecha lograría que semejante masa de ciudadanos tolere actos de corrupción tan escandalosos como los que toleran de aquellos que se arrogan pertenecer a la izquierda?
Olvídelo.
y algunas de las expresiones que dejan ver mejor de dónde provienen esas pasiones son: "ella lucha por los pobres y en contra de los ricos y poderosos explotadores del pueblo" o "si no nos defiende ella ¿quién nos va a defender de los codiciosos capitalistas?"
La balanza siempre se inclinará hacia la izquierda en un acto electoral. Solamente después de hartazgos sociales por corrupción inescrupulosa y fracasos reiterados en medio de arsenales de contradicciones tiene chance la centro derecha.
Pero, así como es de fundamental importancia conocer que la izquierda lleva una ventaja casi inalcanzable para la derecha, es indudable que debemos conocer también cuál es el mecanismo que lleva a que tantos millones de individuos estén dispuestos a votar para presidente a alguien que difícilmente le confiarían lleve unos pocos pesos a hacer un depósito bancario o ni siquiera contratarla para tareas domésticas.
Sí es una acto a todas luces irracional ¿Entonces de dónde provienen las pasiones y sentimientos que los lleva a ello?
La respuesta está en Zaratustra actuando como factor determinante. Zaratustra que una y otra vez busca el mecanismo necesario de adaptación en los individuos para no sentirse disminuidos, débiles e indefensos ante aquellos que se ven más poderosos y afortunados. Desde la pasividad de una subconsciente descalificación del afortunado resaltando algún defecto que pueda poseer o exaltando un mérito propio que aquel no tiene.
Pero esta actitud pasiva, de defensa, no es otra cosa que finalmente aceptar la superioridad del otro para mantener un sano equilibrio emocional -ver la Zaga "Míralo, Zaratustra está ahí. Nadie lo ve pero siempre está"-. Aceptación escondida detrás de excusas que hagan tolerable su condición de superado.
Pero si tiene la oportunidad de dejar la pasividad de lado y adoptar una actitud activa, de enfrentamiento al que nuestro psiquismo ve como oponente, al afortunado, difícilmente dude en adoptarla.
Y una manera accesible y efectiva de adoptar esta posición activa es la de empoderarse a través del Estado y sus representantes en el gobierno. Empoderarse y "atacar" junto a "quién los defiende de los ricos y sus codicias explotadoras".
Es la oportunidad única de reivindicar su ego.
Señor lector, no busque racionalidad en este fenómeno, porque ni siquiera los que caen en él, son conscientes de ello.

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