El límite de la razón: el capitalismo y la economía de mercado




A menudo intento advertir que el uso de la razón, el sentido común o la inteligencia humana, cuando se la utiliza en la programación de políticas sociales y económicas deben respetar el límite que nos impone nuestra naturaleza humana a través de la fuerza que oponen nuestros instintos y pasiones. Límite que conocemos con el nombre de Capitalismo. Salirse del cerco al que nos condenan nuestras pulsiones primitivas a través del sistema capitalista y su obligada derivada, la economía de mercado, es definitivamente suicida. 

A propósito transcribo esta exelente columna del señor Zuchovicki que muestra con una deslumbrante claridad cuestiones básicas de la economía que las ideologías de izquierda latinoamericanas se empeñan en negar a pesar de las evidencias abrumadoras de su veracidad. 

Ideologías que, dadas las pruebas interminables e indiscutibles de los errores a los que están expuestas, no pueden estar conducidas por otra cosa que no sean nuestras pasiones como a lo largo de todo este blog se busca destacar y evidenciar su extraordinaria importancia.
A continuación un comentario mío que me parece interesante transcribir.
Observe:


El riesgo moral y nuestros cambios de comportamiento




3 de noviembre de 2019  
Después de esta semana sabemos al menos cuatro cosas: 1) la Argentina tiene déficit fiscal y todavía no hay voluntarios para financiarlo; 2) el nuevo gobierno va armar una gran mesa de consenso social; 3) quien no esté en esa mesa de consenso o negociación será seguramente el que más chances tendrá de ser designado para financiar involuntariamente el déficit fiscal y, si no alcanza, eso se hará también con emisión; 4) todos van a intentar demostrar su poder de representación para estar en la mesa de negociación. A la espera de que todo ello ocurra, se me ocurrió plantear esta nota, a la que denomino "riesgo moral".
A eso se lo llama riesgo moral: es un concepto económico que describe una situación en la que un individuo aislado de las consecuencias de sus acciones, podría cambiar su comportamiento si conoce a qué debería atenerse por sus decisiones.
Es lógico que cuanto más se aleje una persona de las consecuencias de sus actos, más dispuesta estará a arriesgarse. Y si su beneficio personal es muy alto, menos incentivo va a tener en medir sus consecuencias.
Esto es lo que pasa con la burocracia. Funcionarios dispuestos a sacrificar vidas en guerras porque ellos no irán al frente. Funcionarios dispuestos a licuar la jubilación, porque ellos ya tienen garantizada la suya, de privilegio. Funcionarios dispuestos a conducir a generaciones a vivir de asignaciones o subsidios, porque saben que sus hijos heredarán mucho dinero o algún puesto público.
Y en las megas corporaciones pasa algo similar. Por lo general, el gerente o CEO de una empresa no paga de su bolsillo sus errores. Arriesga. Si sale bien, cobra un gran bonus y, si sale mal, el riesgo es perder su puesto, no su capital. El que pierde es el accionista y, como por lo general esas corporaciones cotizan en bolsa, esos accionistas están dispersos entre fondos de inversión y particulares. En cambio, el dueño de una pyme o un particular pagan sus errores con su capital, e incluso puede fundirse por un juicio laboral, por ventas no cobradas o por un simple error.
Cada día, muchos de nosotros nos enfrentamos a tener que hacernos cargo de las decisiones: disfrutar de los aciertos o pagar por los desaciertos. Eso nos pone en desigualdad de condiciones con respecto a un funcionario público, sindical, del FMI o de un gran fondo de inversión.
La mayoría de las ideas que lograron perdurar más allá de las personas que las generaron, se originaron en las experiencias vividas; no surgieron por estudios hechos en universidades o bibliotecas.
Hay una enseñanza del empírico Adam Smith, que explicó que "si podemos calmar nuestra sed en una taberna, no es por la generosidad del tabernero, sino por su interés en ganar dinero vendiendo su producto".
Dicho todo esto, considero que no tiene sentido, a esta altura de la humanidad, combatir al capital y menos todavía enojarse con la globalización, con cepos o excesos de proteccionismo, ya que somos todos socios. Para demostrarlo, hicimos este ejemplo con Adelmo Gabbi.
  • Un joven idealista argentino, con una remera estampada con la foto de Fidel Castro, va a comprar un Iphone, fabricado por la firma Apple, que es estadounidense pero tiene su mayor fábrica en China (con lo cual, ese teléfono tiene el trabajo de chinos).
  • Si tiene dudas sobre el uso, llama a un call center que está en Irlanda y, si necesita asistencia en castellano, lo atiende un joven cubano, inmigrante algo discriminado en ese lugar, que usa una remera estampada con la foto de Michel Jordan, quien vive ahí.
  • Lo compra en 12 cuotas, financiado por una tarjeta estadounidense, emitida por un banco que hace 20 años era argentino, luego pasó a ser italiano (Laboro), luego americano (Boston), luego sudafricano (Standard Bank) y que hoy es chino (ICBC).
  • Fue atendido por una empleada que es una joven dominicana, que lo que gana lo gira en remesas a su país (las remesas son, de hecho, uno de los principales ingresos de ese país).
  • La compra la hace en la sección tecnología de un supermercado de origen francés (esa firma es una gran expendedora de naftas en Europa, así como también una petrolera es allí una gran vendedora de gaseosas).
  • La empresa del celular se financia en el mercado tomando dinero en dólares y su mayor acreedor es un fondo de inversión soberano noruego, que decidió invertir sus reservas fuera de Noruega para que funcione como un fondo anticíclico de su economía.
  • El único país emisor de dólares es EE.UU. pero el mayor tenedor de ellos es China, ya que es el que más bonos del tesoro americano tiene.
¿Vale discutir la globalización? El mundo de hoy busca consumidores donde ellos estén. Ya no tengo que viajar, ni ir a una tienda para comprar desde que existe Mercado Libre o Amazon, ni pagar en efectivo desde que hay billeteras virtuales. Ya ni tengo que ir a un comercio para ver precios: me llegan las ofertas al celular.
Pero parece ser que muchos idealistas creen que las empresas quieren empobrecer al mundo; que un fabricante de celulares desea que la capacidad de gasto de la gente se reduzca tanto que luego nadie pueda comprar su último modelo; que las que comercian en la nube quieren que los humanos no puedan pagar el acceso a internet para que dejen de facturar por publicidad; que todas las grandes automotrices promueven que haya un poder adquisitivo global más bajo que impida comprar coches; que los bancos hacen campaña para tener menos clientes y para que los que tienen no puedan devolver sus créditos y, mucho menos, invertir en sus productos. En resumen, toda la elite económica mundial que montó empresas para ganar dinero está, según muchos piensan, deseando que una ola de miseria asole el planeta, para reducir la capacidad adquisitiva y bajar drásticamente sus beneficios, por el placer de perjudicar a sus trabajadores e incluso de despedirlos si las ventas se hunden. ¿Suena lógico?
Señores: Somalia, Cuba, Venezuela o Corea del Norte no tienen a ninguna de estas grandes empresas y no están desbordando de mucho progreso.
Algo que sí suena lógico es reglamentar claramente las reglas de juego para las empresas, para que no abusen ni se aprovechen a través de una "manipulación" de mercados o de arbitrajes legales.
En su libro Manipulación de la economía, George Akerlof, premio nobel de economía y esposo de Janet Yellen (ex presidenta de la Reserva Federal, a la que el mundo financiero extraña mucho), sostiene que la economía tarde o temprano funciona como el equilibrio de la cola de un supermercado: uno va a la fila donde ve menos gente y así, tarde o temprano, quedan todas compensadas. Cuando está todo equilibrado, empieza la necesidad de diferenciarse. La cajera puede usar su mejor sonrisa, tener buena presencia, atender bien, pero también puede manipular la información y hacer creer que ahí hay menos gente.
Una de las formas más fáciles de manipularnos es hacernos jugar con el doble estándar que tenemos todos los seres humanos entre el deber ser y lo que realmente uno es. Por ejemplo, los gimnasios son un negocio de facturación millonaria en dólares. Por la maldita conciencia de lo que tengo que hacer y lo que finalmente voy a terminar haciendo, pago adelantado tres meses para obligarme a ir, y eso resulta la mejor noticia para el gimnasio. Pago, uso un mes y no voy más. El fundador de la mostaza Colman's decía que su fortuna se basaba en la mostaza que la gente dejaba en el plato, ya que se compra más de lo que se consume, además de lo dificultoso que es servirse cuando queda poco.
El dilema, dice Akerlof es vender algo por 100 pesos y fabricarlo por 80, o jugar con la información y fabricarlo por 80 y hacerte creer que es indispensable para uno y que por eso vale 150. Lo divertido es que los medios que se quejan de esto viven de esas publicidades. Gracias LA NACION por tomar esta crítica constructiva.
Solo se trata de riesgo moral.
El autor es licenciado en Administración con un posgrado en Finanzas, gerente de Desarrollo de la Bolsa de Comercio de Bs. As., director del IAMC y consultor del laboratorio de finanzas de la UADE



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Exelente, como siempre.
Las columnas de Zuchovicki se basan en interactuar en sus análisis nuestra naturaleza humana con la realidad económica que vivimos. De allí lo sumamente interesante que resultan.
Y de hecho, si se profundiza el análisis, se descubre que el orígen de la enorme mayoría de los problemas económicos, sociales y políticos que debe enfrentar la humanidad lo encontramos cuando el homo sapiens intenta imponer los criterios de la razón por encima de los dictados y límites impuestos por nuestra naturaleza humana.
Imponer, por ejemplo, lo que hasta el más simple de los razonamientos puede sugerir como el de una justicia social que incluya a lo niños que sufren condiciones totalmente injustificadas dado el nivel de riquezas que podemos producir ¿O no es absolutamente razonable afirmar que en Argentina, país donde se producen alimentos para 300 millones de personas, nadie debería sufrir hambre toda vez que somos 40 millones los que habitamos estas tierras?
Por dar un solo ejemplo de los miles a encontrar ante un simple análisis de situación en la mayoría de los pueblos y las infinitas miserias que sufren.
El enorme problema está en que no logran advertir que la fuerza de nuestra naturaleza humana expresada a través de pasiones e impulsos o instintos originados desde primitivos rincones de nuestro cerebro enmarcados en otra fuerza no menos poderosa y tenaz llamada Cultura, son mucho más poderosas que la fuerza de la razón o inteligencia humana.
La razonable idea de una sociedad justa e igualitaria y sin hambre en un país donde sobran alimentos choca de lleno contra la infranqueable pared que oponen nuestras pasiones expresadas a través de la ambición o la codicia.
Así, si, por ejemplo, la razón busca limitar o conducir a la codicia para distribuir con justicia la riqueza o los alimentos como en el ejemplo citado, el resultado inevitable al intentar abolir una pasión derivada de primitivos instintos como la codicia o ambición en busca de la "racional" justicia social y hacer llegar cuántas proteínas sean necesarias a cada uno de los habitantes del país, el resultado termina siendo más pobreza para todos y más hambre en las tierras de la abundancia alimentaria.
No logran entender que el capitalismo y la economía de mercado es justamente el resultado de la actividad de nuestros impulsos y definitivamente no de la voluntad de la razón humana.
Sin impulsos como la ambición o codicia, dos características de la conducta humana que tienen su origen en la primitiva pulsión por destacar nuestro ego ante los demás, no habría interés por aumentar las riquezas como tampoco competencia de egos y por tanto, tampoco tendríamos crecimiento económico y mucho menos el mundo tal cual lo conocemos.
Tendríamos lo que ya experimentaron, y experimentan aún, pueblos que fracasaron estrepitosamente con el comunismo. Que es el extremo político en el que la razón intentó sobreponerse a nuestros instintos con el brutal fracaso consecuente y que todos aquellos que no dejamos que nuestras pasiones decidan nuestras ideologías, podemos advertir con absoluta facilidad.
Hasta que los intelectuales, políticos, formadores de opinión, la ciudadanía al fin, no entiendan que el lugar que ocupa la razón en nuestra organización social debe limitarse a regular hasta donde le es posible los caprichos de nuestra naturaleza humana para hacerlos lo más provechosos posible y no superar ningún límite posible enmarcada por la cultura cívica y política del pueblo en cuestión, seguiremos transitando comunismos fallidos, socialismos convertidos en populismos, líderes que se creen dioses destruyendo pueblos tras pueblos hasta que la realidad les hace ver que la fuerza de sus principios por más voluntad y esfuerzo se ponga, es infinitamente más débil que la voluntad y poder de nuestra naturaleza humana.
Algún día........
_"Envidia y Codicia los dioses de nuestro Olimpo" _

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