¿Quién debe conducir la política económica, nuestra naturaleza humana o nuestra inteligencia humana?

Para responder esta pregunta reproduzco una columna del señor Zuchovicki en el que describe con precisión y la sapiencia de alguien que conoce en profundidad el sistema económico que rige en las sociedades (de hecho, el mismo tiene un rol protagónico en él), la necesidad de adaptar la política económica a nuestra naturaleza humana. A Zaratustra.
A continuación un comentario mío que busca acentuar la actividad de nuestra naturaleza humana y de nuestra cultura en el mensaje que el autor busca transmitir con los conceptos "incentivos correctos e incorrectos". 
Observe.

Tener los incentivos correctos en la economía (y en la vida)

15 de diciembre de 2019  

Siempre resulta interesante preguntarse para qué uno hace lo que hace. Todos sabemos que invertimos el recurso más escaso del mundo, "el tiempo", y que no hay paga suficiente que logre volver el reloj atrás. En un fragmento de Forrest Gump, el personaje de Tom Hanks dice que la vida es como una caja de bombones. Generalmente, cuando uno empieza a comer de una caja de bombones, lo hace como un desaforado: quiere probar todos al mismo tiempo. Y cuando uno empieza a percibir que quedan pocos, los come muy lentamente, cierra los ojos y los disfruta como si fueran interminables. Además, por lo general uno no se guarda los más ricos, como nos pasa en la vida. La idea, dicho todo esto, es que es siempre imprescindible tener los incentivos correctos.

¡Espere! No deje de leer, no se vaya, no dé vuelta la página... Sé que mi responsabilidad en esta columna no es movilizar sus sentimientos, sino sus bolsillos. Pero quería empezar así, para poder reflejar que una economía necesita de los incentivos correctos para progresar.

Si los que se esfuerzan, estudian, trabajan, ayudan, ahorran e invierten, perciben que no tiene sentido hacer todo eso porque no reciben la recompensa que los reconforte, es probable que dejen de innovar, de producir, de esforzarse, en fin, de aportar. Un salario o un honorario solo paga con un monto de dinero, pero no necesariamente motiva a quienes hacen las tareas.

¿Acaso no es más reconfortante merecer lo que uno desea e intentar obtenerlo por mérito propio?

El incentivo de saber que lo que hacemos es importante

Quiero usar un ejemplo que ofrece el gran economista Dan Ariely: a unas personas les dan legos (piezas de encastre) y les piden ensamblar castillos; por cada pieza terminada les ofrecen un pago de 10 dólares. La gente acepta sin dudar y arma castillos hermosos; cuando los terminan, los organizadores los desarman delante de ellos y les vuelven a pedir, siempre por 10 dólares por cada pieza, armar algo nuevo. Al ver que nadie valora lo diseñado, las personas dejan de producir cosas interesantes, hasta llegar finalmente a entregar figuras sin sentido. Y la mayoría va desistiendo de la tarea. Tienen la paga, pero no la motivación para seguir.

Con otras personas se repite el proceso: les dan los legos y les pagan 7 dólares por cada castillo armado; a medida que los organizadores reciben las obras las colocan en vitrinas con el nombre de cada participante y los exponen para que se luzcan. Ante la oferta de seguir, incluso por un monto menor, la mayoría acepta con placer y se arman figuras cada vez más interesantes.

¿Saben algo? Estas personas están motivadas, aunque no bien pagos. Es muy importante saber si el fruto de nuestro esfuerzo le es útil o hace feliz a alguien. Esto nos hace sentir que "trascendemos". Distinto es saber que el esfuerzo no es valorado o que, simplemente, somos un eslabón en un proceso. En ese caso, aunque nos paguen un salario solamente percibimos que "perduramos". Que se valore el esfuerzo es lo que se llama tener los incentivos correctos.

El incentivo a invertir en el país que es de uno

Imagínense a un ahorrista que, como buen ciudadano, financió el déficit fiscal argentino comprando bonos. Y a otro que prefirió ahorrar en dólares, financiando el déficit norteamericano. ¿A quién le va mejor? Si al que ahorra en la Argentina se le aplicaron quitas de capital y se le cobraron impuestos por esos bonos, mientras que al FMI, al Club de París y a los fondos buitres les pagamos hasta con punitorios, hay más incentivo a ser buitre que ahorristas. Es más: casi ningún político argentino ahorra en bonos locales. Qué paradoja: es como si no confiaran en el poder de gestión de ellos mismos.

Si al inversor argentino, vía fondos comunes, vía bonos o vía depreciación del peso, le hacemos pagar siempre los platos rotos (rotos por los que debían cuidarlos), no entiendo por qué nos quejamos de no tener ahorro interno o un gran mercado de capitales. Aquí, el que confía pierde.

El resultado es obvio: la destrucción de valor a largo plazo, porque es más importante ser amigo del que fija y controla las reglas que del que ahorra o emprende y arriesga.

No pagar nunca fue buen negocio. El miedo a la incobrabilidad hace subir el costo del dinero y el acreedor se cobra el riesgo con intereses. Si pedimos prestado 10.000 dólares a 20 años al 4% anual de interés, en 20 años deberemos 21.000 dólares. Pero si por riesgosos nos cobran una tasa de interés de 8% anual, entonces en 20 años deberemos 73.000 dólares. A largo plazo es más importante el costo del interés (el medidor de confianza) que el capital inicial. Esto se llama tener incentivos incorrectos.

El incentivo de percibir el fruto de tu esfuerzo

Hay un principio económico que ningún gobierno pudo vencer, ni los dictadores ni los populistas, ni los de izquierda ni los de derecha. Este principio dice: "Un estado puede controlar el precio o la cantidad; nunca podrá controlar las dos cosas a la vez". Si un estado regula el precio, el mercado fija la cantidad.

Un gobierno puede obligar al pintor Pablo Picasso a vender todas sus obras, pero nunca podrá obligarlo a producir nuevas.

Cuando le pusimos un precio máximo a la carne, nos quedamos sin vacas. Cuando le pusimos un precio máximo a la energía, nos quedamos sin luz y sin gas. Cuando le pusimos un precio máximo al dólar, nos quedamos sin dólares o sin reservas. Cuando un país le pone precio a la libertad, sus habitantes se escapan como pueden. La libertad de decisión es el mayor incentivo para una sociedad que quiere progresar. Esto se llama tener los incentivos correctos.


razonvsinstinto

Cómo siempre, exelente.

Solamente si se acepta que los que marcan, deciden y conducen nuestro destino son nuestra "naturaleza humana" y nuestra "cultura cívica" y no los deseos de una caprichosa "razón" se entenderá cabalmente porque las cosas son exactamente como "zucho" dice cuando se refiere a los incentivos correctos o incorrectos.

La razón dice: "si hay hambre y necesidad de bienes indispensables para una vida digna, pues distribuye los recursos que abundan entre quienes los necesitan. El resultado esperado, el de siempre, finalmente nadie siembra porque se extingue el motivador imprescindible para emprender en la producción agraria: la ambición o codicia". "Incentivo incorrecto".

Mientras, nuestra naturaleza humana dice: "si hay hambre, incentiva a la ambición o codicia a quienes no lo padecen para que produzcan más alimentos hasta que de tanto, les llegue a todos (en el experimento con los legos se observa claramente el efecto de nuestra naturaleza humana en los incentivos económicos correctos). El resultado esperado, el de siempre, muchos emprendedores sembrando buscando la recompensa que nuestra naturaleza humana nos brinda a través de endorfinas euforizantes al vernos como exitosos y ganadores. "Incentivo correcto".

Y ante un ámbito de elevada presión fiscal y dirigismo económico la cultura argenta de la viveza criolla dice: "si hay muchos recursos provenientes de la 'explotación impositiva' aprovechemos a enriquecernos los que manejamos ese dinero para después ver cómo repartimos lo que sobra. El resultado esperado, el de siempre, una casta política enriquecida y más y más gente con más y más necesidades. "Incentivo incorrecto".

Exactamente lo opuesto a lo que dice la cultura colectivista desarrollada de los noruegos: "nosotros, los encargados de administrar los recursos recaudados cumpliremos con nuestro compromiso con la sociedad porque de ello depende el buen futuro para los que necesitan y también para los que no necesitan entre los que nos encontramos". El resultado esperado, distribución exitosa de los recursos con políticos probos controlados por una ciudadanía consciente de los límites de estos métodos (en Suiza la sociedad toda rechazó un plan de subsidios estatales que prácticamente los libraba de la responsabilidad de buscar trabajo, como ejemplo paradigmático de Cultura colectivista totalmente opuesta a la individualista que nos caracteriza). "Incentivo correcto".

Simple y sencillo, si no comprendemos y aceptamos el poder inconmensurable de nuestra naturaleza (instintos y pasiones) y de la cultura cívica y política de la sociedad, jamás encontraremos el sendero del progreso.

Comentarios

  1. Me gusta tu inquietud por el tema. Por lo poco que leo, aventuro aconsejarte ordenar tus conceptos. Te recomiendo leer "La Acción Humana" de L.v Mises. . Cordial saludo.

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    1. José Eduardo, en realidad para interpretar "mis conceptos" seguramente es necesario leer los post que están ofrecidos en el apartado "Post principales".
      Lo invito a leerlos y podrá interpretar mejor lo que intento transmitir a través de este blog.
      También encontrará si busca en la guía para los visitantes un post que hace alusión a Con Mises y sus conceptos respecto de la envidia y su relación con la política, que es un tema central de este sitio con el título "La Envidia y Von Mises ......."
      Aunque reitero, antes sugiero la lectura de los post del apartado "post principales".
      Un cordial saludo.

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