El poder de la desigualdad

"La Rusia de comienzos del siglo XX era un polvorín en toda regla. La pobreza y la desigualdad social se extendían por todo un país que reclamaba cambios y cuyos dirigentes, los Romanov, le negaban. La aristocracia más cercana al zar y su esposa, tajantemente opuesta a cualquier reforma que supusiera una pérdida de privilegios, vivía en un mundo de bailes de salón y almohadones de seda y plumas de ganso mientras las clases medias y bajas veían no solo cómo no eran recompensados por su trabajo, sino la cada vez mayor limitación, si es que cabe, de sus derechos y el empeoramiento de sus condiciones de vida. El 22 de enero (según el calendario juliano) de 1905, una muchedumbre pacífica se acercó hasta el Palacio de Invierno de San Petersburgo, portando cruces y retratos de Nicolás II, para pedir al zar mejores sueldos y una lucha activa contra el hambre y la pobreza; pero todo lo que encontraron fueron los fusiles de la guardia. El día terminó con más de 200 muertos.

Unos meses después, a finales de junio, agentes de grupos clandestinos integrados en el ejército ruso mostraron a la ya de por sí descontenta tripulación del Potemkin la calidad del rancho que recibían: carne tan putrefacta que estaba plagada de gusanos. Este descubrimiento llevó a la tripulación a amotinarse, negarse a comer esa carne y exigir una mejora en las condiciones del barco. La respuesta de los oficiales fue ordenar su fusilamiento inmediato, lo que provocó una respuesta violenta, el asesinato de los oficiales zaristas, la muerte del líder amotinado Grigori Vakunlinchuk y la toma del acorazado por la tripulación. El Potemkin navegó entonces hasta Odesa, ciudad en la que se estaba viviendo una huelga general duramente reprimida por el ejército zarista. La población recibió con entusiasmo a los marineros rebeldes y el funeral de Vakunlinchuk se convirtió en una especie de llamamiento político que alteró todavía más los ánimos y llevó a la tripulación a abrir fuego contra un teatro desde el que los militares estaban coordinándose.

La respuesta del gobierno no se hizo esperar. Nicolás II mandó dos escuadrones contra el Potemkin bajo las órdenes de conseguir su rendición o hundirlo. Lo que no se esperaba el zar ni tampoco sus oficiales era que, cuando el Potemkin avanzó hacia las escuadras con intención de dejarlas atrás, la tripulación del resto de naves se negó a abrir fuego contra los que consideraban sus hermanos. El acorazado llegó a Feodosia, en Crimea, pero el gobernador solo aceptó darles algo de comer pero no provisiones para continuar su viaje. Veintidós de los treinta marineros fueron emboscados y asesinados cuando intentaban robar carbón de barcazas y los supervivientes no tuvieron más remedio que rendirse. El 7 de julio llegaron al puerto de Constanza y se entregaron, no sin antes abrir las válvulas del barco para que se hundiera y no volviera a las manos del gobierno.

En 1925 el gobierno soviético encargó al brillante cineasta Sergéi Eisenstein que dirigiera una película narrando la épica historia del Potemkin. Los soviéticos pretendían apropiarse de la historia del acorazado y utilizarla como un símbolo propagandístico pero lo cierto es que ‘El acorazado Potemkin’, película muda de poco más de una hora, es considerada un clásico del cine universal y una de las mejores películas de la historia, homenajeada por grandes directores como Francis Ford Coppola"

  • La desigualdad social es una de las fuerzas políticas más poderosas de la historia. El Zar Nicolás y la triste historia de la Rusia que le siguió son testigos de ello.
    Las políticas que niegan la importancia de la desigualdad son tan utópicas como el comunismo y no importa si son justas o injustas, racionales o irracionales, legales o ilegales. Los pueblos o los gobiernos que desconocen esta regla o ley de nuestra naturaleza humana solamente la suerte puede evitar que caigan en trampas que llevan al deterioro político primero y económico más tarde.
    No es posible descuidar a la desigualdad social si se quiere evitar conflictos incompatibles con un orden político mínimo e indispensable para la buena organización social y el progreso consecuente.
    EEUU no escapa a esta regla y los conflictos y la enorme grieta ciudadana que vemos hoy en día en ese país más el avance incesante de políticos de izquierda que rozan los extremos son una clara muestra de ello.
    Los desastres que vimos en Chile a pesar de lo absolutamente irracionales pueden ser catalogados con absoluto sentido común considerando el enorme progreso de ese país con políticas que favorecen la desigualdad (y el crecimiento económico con ello) los últimos 40 años son otra muestra evidente de ello.
    La historia de la Argentina de los últimos 80 años es también una consecuencia directa de este fenómeno. Perón es una consecuencia del descuido de la desigualdad de los gobiernos que le precedieron. Y hoy, acá estamos, todavía sin poder salir de esa trampa mortal con un peronismo gobernando actualmente y terminando la tarea que comenzó nuestro “amado general de la justicia social” destruyendo lo poco que queda (próximos a una crisis que seguramente terminará en una dictadura ante la imposibilidad de revertir el desastre actual desde un sistema democrático)
    Siempre se impone el equilibrio como la mejor opción en todos los aspectos de la vida del hombre en comunidad.
    Encontrar ese equilibrio es el problema. Los que lo encontraron son los países que gozan de los mejores niveles de vida de la historia humana en la actualidad. Si Argentina hubiera encontrado ese equilibrio antes de la aparición de un Perón, probablemente nuestra historia hubiese sido otra. Mucho más exitosa por cierto.

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